El teléfono me trae la triste noticia. "Ha muerto Aurelio Teno". Y me cuesta trabajo creerlo. ¿Cómo puede morir el artista indómito, el fuego de un volcán, el fulgor de una fragua, el vuelo del águila? En la memoria frágil se agolpan ahora, precipitadamente, algunos recuerdos. La primera obra de Teno que me estremeció fue un retrato imposible de Pedro el Cruel en el Círculo de la Amistad a finales de los sesenta. En junio del 76 le vimos en el No-Do y en los periódicos con los Reyes de España inaugurando en Washington su monumento al Quijote, con el que le había ganado un pulso artístico al mismísimo Dalí. Era entonces un artista cordobés innovador y lejano, cuyos triunfos en París o medio mundo seguíamos a distancia, sorprendidos y cautivados.

Su reencuentro con Córdoba se produjo a raíz de la memorable exposición que en octubre del 88 le dedicó la Diputación en la Merced, cuando sus figuras asombrosas invadieron la iglesia como santos laicos entre cirios vacilantes y bocanadas de incienso. "Aquí tenéis mi corazón y toda mi obra de los últimos años", dijo arropado por casi mil personas, muchas de Los Pedroches, que celebraban el regreso del hijo pródigo. Poco después adquirió y restauró Pedrique, un viejo cenobio cerca de Villaharta, para vivir y trabajar bajo las estrellas en mística soledad. Desde aquel retiro fructífero bajaba a Córdoba de vez en cuando para helarnos el corazón con sus criaturas. En diciembre del 98 Aurelio volvió a sorprender en la Diputación con otra exposición apabullante, De las estrellas del mundo a las raíces , aquella de la que su amigo el periodista Tico Medina dijo en la presentación que era como "un Belén del espanto y la ternura al filo de la Navidad". Y en noviembre del 2005 fueron sus Quijotes de la paz los que inundaron de inquietud el recuperado jardín de Orive en una muestra con la que el Ayuntamiento puso broche al Año de la Lectura.

De cuantos destellos ha dejado en Córdoba Aurelio Teno recuerdo especialmente la inauguración en octubre del 94 de las dos salas permanentes que le dedicó la Caja Provincial de Ahorros en el Palacio de Viana, que quedaron inundadas por la magia de sus águilas rapaces, sus princesas misteriosas, sus místicos monjes, sus quijotes soñadores, las joyas innovadoras, conjunto que sería desmontado años más tarde por Cajasur sin la menor explicación. A ver si ahora, como homenaje póstumo e indeleble, la entidad heredera vuelve a mostrar aquel legado, pues escasa es la obra de Teno visible en Córdoba, más allá de su crudo monumento a la mujer maltratada en Fidiana o su inquietante Crucificado de la parroquia de la Aurora. Pero siempre nos acompañará su espíritu, reencarnado en un águila de las que sobrevuelan Pedrique.

* Periodista