Algunos le llaman el Michael Jackson del flamenco, un artista a quien profesa una gran admiración, y desde muy pequeño «bailaba hasta la música del telediario», siempre inspirado por sus tres hermanas, especialmente Encarna, su primera maestra. Desde entonces, hasta llegar a obtener, el pasado sábado, el premio El Desplante del Festival de Cante de las Minas de La Unión, su carrera ha ido rodada, con paso firme y seguro, y a sus 29 años tiene una trayectoria en la que puede presumir de haber sido bailaor solista del Ballet Flamenco de Andalucía o de pisar los escenarios de los tablaos más importantes de Madrid. Todavía asimilando el triunfo, el artista asegura que nunca lo hubiera conseguido sin el apoyo de su familia, y se emociona cuando recuerda «tantas botas compradas, tantos años de academia y tanta espera a la puerta del Conservatorio», aunque tampoco olvida a sus maestros. Actualmente, trabaja junto a Manuel Liñán en su nuevo proyecto, y confía en que este reconocimiento le ayude a alcanzar el sueño de montar su propio espectáculo, del cual ya tiene muchas imágenes en su cabeza.

-¿Qué supone para un joven bailaor tener El Desplante?

-Es un reconocimiento muy grande, una palmada en la espalda. Te coloca en otro nivel y se abren caminos.

-Es la primera vez que se presenta a este importante certamen. ¿Cómo ha sido la experiencia?

-Ha sido una locura. Yo me inscribí casi a última hora y por la insistencia de algunos compañeros. No lo tenía claro, no ha sido premeditado, y por eso aún lo estoy asimilando. Apenas ensayé un par de días los bailes de la semifinal, pero cuando me encontré que llegaba a la final, que era al día siguiente, el segundo baile no lo tenía montado. El taranto sí lo tenía muy trabajado, pero el otro lo ensayé dos horas antes de la gala. Además, también concursaba un gran amigo, Adrián Santana, que se llevó el segundo premio. Ha sido una final muy sana, poco habitual en los concursos, y muchos se han extrañado de eso.

-¿El escenario de El Mercado impone?

-Sí, impone mucho, pero yo lo disfruté. Es un orgullo pisar esas tablas. A mí me ha encantado.

-¿Cuál es su siguiente meta?

-Montar mi propio espectáculo, que, por temas económicos, aún no he podido hacer. Ya está en mi cabeza, tengo muchas imágenes. Ahora hay que trabajar y pulir la idea, pero creo que podría quedar muy bonito. Ojalá lo podamos ver pronto.

-¿Desde cuándo se recuerda bailando?

-Desde muy pequeño. Bailaba hasta la música del telediario, he roto cristales de mesas porque me subían encima de ellas. Para mí, bailar era un juego, y casi sigue siéndolo. No parece que esté trabajando, me lo paso genial.

-¿Qué ha tenido que sacrificar por esta profesión?

-En los años de formación, salía del colegio, comía rápido y me iba al Conservatorio o a la academia. Yo no he vivido cumpleaños de amigos, excursiones… Pero lo he sacrificado gustosamente.

-¿Quién ha influido en su baile? ¿Quiénes son sus referencias?

-Mi hermana Encarna y, por su supuesto, mi maestro, Javier Latorre. También tengo mis ídolos, y dos de ellos son Antonio el Bailarín y Manuela Carrasco.

-¿En qué cree que se diferencia de otras su forma de bailar? ¿Cuál es su seña de identidad?

--Creo que tengo una línea diferente, soy muy de fuerza en los pies, y, para tener la estatura que tengo, controlo mi cuerpo, creo que soy muy estilizado, levanto mucho los brazos.

-Además de en compañías como el Ballet Flamenco de Andalucía, ha pisado muchos escenarios de grandes tablaos. ¿Es ahí donde se forja un bailaor flamenco?

--Sí. Además de la libertad que da, porque en un tablao eres tú en todo momento. Se crea una comunicación muy especial, te hace abrir mucho más los sentidos, disfrutas de otras cosas. El tablao se convierte en tu hábitat. Yo llevo en Madrid dos años y allí he estado en muchos grandes tablaos que han supuesto un gran avance para mí.

-¿Tiene algún palo preferido?

-Últimamente me encanta bailar por taranto, palo con el que me he llevado el premio. La seguiriya y la soleá por bulerías también me gustan mucho.

-Junto a usted, pasaron a la final de La Unión otros tres artistas flamencos cordobeses. ¿Es Córdoba un especial hervidero para el arte jondo?

-Sí. Aquí siempre ha habido mucho talento y gente haciendo cosas muy bien. Además, lo bueno que tiene Córdoba es que suele sacar a gente distinta, que no se parece a nadie, que tienen su propia línea. Son especiales.

-¿Cree que Córdoba valora suficientemente a sus talentos?

-En absoluto. Yo apenas he bailado en Córdoba, creo que desde los 16 años no he bailado nunca, hasta el año pasado en la peña El Almíbar. Es una pena. He venido, pero con compañías, nunca porque mi tierra me haya reclamado, y eso es una espinita. En Córdoba cuesta mucho, y por eso creo que quien sale adelante es tan especial.

-Total, que hay que salir de esta ciudad para triunfar.

-Definitivamente, sí. Me encantaría poder vivir en Córdoba de mi trabajo si hubiera lugares como esos tablaos de los que hemos hablado.

-¿Cree que todavía puede evolucionar aún más el baile flamenco?

-Conservando su esencia, creo que sí, sobre todo, a nivel rítmico. Ahora tenemos mucha formación e información. Creo que todavía queda mucho que añadir en cuanto a la personalidad de cada bailaor.

-¿Con quién le gustaría compartir escenario?

-Me encantaría trabajar con Manuela Carrasco, debe ser brutal. La sigo mucho desde pequeño. Soy un enamorado de su baile.

-¿Cómo va a celebrar este gran premio?

--Con mi familia y mi gente, y creo que va a ser hoy, que es cuando lo he empezado a asimilar.