Eduardo Baena Ruiz, magistrado del Tribunal Supremo, ingresa esta tarde como numerario en la Real Academia de Córdoba, lo que según confiesa, para él supone «un gran motivo de satisfacción y de gratitud a la par que mucha responsabilidad». Lo hará en una sesión solemne para la que el jurista cordobés, en un guiño a su profesión, ha escogido como escenario la recién estrenada Ciudad de la Justicia, por la que tanto batalló siendo presidente de la Audiencia Provincial. Su sucesor en el cargo, Francisco de Paula Sánchez Zamorano, contestará a su discurso, que ha titulado La libertad de testar.

-¿En qué consiste esa libertad?

-La planteo, porque así lo hace la doctrina, desde un punto de vista positivo y negativo. Una libertad para yo poder otorgar una disposición testamentaria y, del otro lado, ver si esa libertad está sujeta a restricciones que me impidan establecer alguna condición que terceras personas pudieran ver como caprichosa o capciosa.

-Un tema muy técnico, ¿no? De los que no todo el mundo entiende de primeras.

-Sí lo es, aunque he tratado de evitar que el discurso sea denso, puesto que nos movemos en un foro multidisciplinar en el que los académicos no tienen por qué ser versados en todo. El elegirlo ha sido por dos motivos: uno porque yo soy jurista y dos porque es un tema en el que la sociedad está interesada. Me he centrado en el testamento que se otorga ante notario porque es el más común; en la capacidad que necesitas tener para disponer de tus bienes pensando en cuando hayas muerto; en la importancia del notario a la hora de determinar esa capacidad y tu libertad de testar...

-Una libertad especialmente controvertida en el caso de las personas con discapacidad.

-Así es, se trata de un tema que estamos abordando desde el Supremo porque al respecto están las sensibilidades a flor de piel. Ya no se dice que una persona es incapaz para todo, sino que se le hace un traje a la medida para potenciar sus facultades jurídicas en aquello que pueda desarrollarlas. También atiendo a una figura que es la del testador vulnerable, el caso de personas mayores con cierto patrimonio que guandan afectos con personas que las rodean pero que no son familiares directos, susceptibles de ser captadas en disposiciones mortis causa. Aquí entra en juego con importancia la figura del notario, que no solo tiene que valorar que sea capaz esa persona sino que actúa con total libertad.

-¿Es un delito persuadir a alguien de que te deje sus bienes?

-Si nos movemos en el sistema del engaño o de la intimidación no sería un testamento sujeto a influencias sino un testamento que no es válido. Como en nuestro ordenamiento jurídico no tenemos la institución angloamericana llamada induce influence, que actúa cuando se presume que la herencia no va a los destinatarios normales, a veces se acude al dolus bonus, que es un dolo atenuado, es decir, no en el que se va al engaño, sino mimos, lisonjas...

-Vamos, lo que se dice hacer la pelota a alguien para heredar.

-Exactamente, hacer la pelota para captar esa voluntad. Pero las cautelas para actuar contra esto también tienen críticos, porque podemos estar negando la libertad de testar. A lo mejor lo que ha querido esa persona es que sus bienes vayan a quien le ha hecho feliz al final de sus días y no a quienes no le hacían ni caso. Luego acudo también en el discurso a un artículo muy antiguo de nuestro Código Civil, de prohibición para suceder, que es la del confesor en la última enfermedad del causante. Una figura que se ha adaptado a la realidad social, porque ahora se habla de asistencia espiritual y peligro de captación de la voluntad no solo de la confesión católica sino de otras confesiones religiosas. Igualmente, trato las causas de desheredación, que en el Tribunal Supremo hemos extendido al maltrato psíquico, personas que sin haber recibido una bofetada se sienten abandonadas.

-Lo que está claro es que las herencias suelen ser fuente de conflictos familiares.

-Sí, bueno, eso es como el famoso dicho que achacan al Guerra, cuando le dijeron: «Qué bien se llevan esos hermanos». Y él contestó: «Han partío».

-En Andalucía está muy de actualidad el Derecho de Sucesiones, por lo caro que resulta heredar aquí, aunque parece que va a corregirse la norma. ¿Qué opina usted?

-Hombre, yo no soy experto en Derecho Tributario y no puedo entrar en valoraciones técnicas. Lo que sí es cierto es que se está llegando a situaciones en que los bienes que ha acumulado tu ascendiente tienes que combinarlos a la hora de heredar con el patrimonio que tú has generado con tu esfuerzo, con lo cual puede llegarse a imposiciones tributarias poco comprensibles por la inmensa mayoría de la sociedad.

Hace ya tres años y medio que este hombre del derecho, de honda formación y trato afable, ejerce como magistrado de la Sala Civil del Tribunal Supremo, una experiencia que define como «sugestiva, porque antes yo leía y ahora me leen». Y es que, añade, crear doctrina, sentar cátedra sobre aspectos que afectarán a la vida de los otros «es una culminación total a tu carrera de jurista», pero te crea cierto desasosiego».

-Ahora las miradas están puestas en el Tribunal Supremo por haber concentrado todas las causas del separatismo catalán. ¿Hace eso que crezca la presión?

-Mi materia de trabajo es civil y mercantil y no penal, pero está claro que cuando tienes que dictar soluciones de gran trascendencia lo mismo da una Sala que otra. Los magistrados de la Sala Segunda son todos valiosísimos, tienen una gran experiencia y muchísimos conocimientos. Y el magistrado instructor es también muy prestigiado. Yo siempre confiaré en las decisiones que adopten los tribunales.

-¿Entiende usted que se esté tan pendiente de la Justicia en relación con el procés catalán?

-Sobre el proceso político no opino por razones de elemental prudencia; debemos ser todos serios y respetarnos nuestras parcelas. Los tiempos jurídicos y los tiempos políticos no necesariamente han de ir de la mano, y cuando se comete presuntamente un delito la obligación es investigarlo, no puedes mirar para otro lado. Los tiempos para resolver los marcan las circunstancias del momento.

-¿Qué huella le dejaron sus 14 años presidiendo la Audiencia?

-Soy persona vitalista y disfruto trabajando, quizá porque, según dicen, tengo un sentido del humor que me ayuda. Para mí fue una etapa importantísima, que yo llamaba de la transición jurídica; se crearon muchos órganos y traté de agilizar la justicia en lo posible. Tuve ocasión de combinar lo jurisdiccional con la gestión, aunque a veces no ves acabadas las obras que inicias.

-Como la Ciudad de la Justicia, de tan largo parto. ¿Le duele no haberla inaugurado usted?

-No, la Ciudad de la Justicia no es de nadie salvo del pueblo de Córdoba, que es el que se beneficia de no verse sometido ya al peregrinaje judicial de antes. Haberla logrado es un orgullo para todos; también para mí, claro, como cordobés que soy.