El «excesivo» esfuerzo por hallar los restos de Cervantes en el contexto del cuarto centenario de su muerte ha supuesto un «desperdicio» de «energía y dinero» frente al conocimiento de Don Quijote, que es «lo que importa de verdad», según el mayor experto en la vida del escritor, Jean Canavaggio.

«No se puede saber con seguridad que los huesos hallados sean suyos. Esto representa un poco un desperdicio de energía y de dinero», argumenta en una entrevista este catedrático de Literatura Española (París, 1936) y autor de la biografía más citada del literato. -Aunque no quiere «criticar» a las instituciones españolas, Canavaggio, de visita en Madrid, afirma que se hizo un esfuerzo «bastante notable» en las conmemoraciones del centenario de la primera parte de Don Quijote, que no se ha producido en esta ocasión.

El centenario de este 2016 coincide con el del fallecimiento de Shakespeare, un escritor que, desde el punto de vista del francés, goza de mayor proyección internacional que Cervantes por el apoyo «muchísimo más organizado y fuerte» de los británicos o la «limitación cuantitativa» de la obra del español.

Para Canavaggio, la aportación fundamental de la literatura de Cervantes es que «no cristaliza» en una ideología, algo que ha propiciado que posteriormente se identificaran con él y su obra diversos movimientos: «Ha habido un autor de izquierdas y uno de derechas. Cada bando ha reivindicado el suyo», explica.

Sin embargo, el cervantista destaca la «fuerte» atracción que la obra del manco de Lepanto suscitó entre los republicanos españoles, un gusto que ejemplifica con la decisión «nada arbitraria» de llamar Don Quijote a uno de los carros de combate con los que participaron en la liberación de París en 1944.

El autor de Cervantes (Espasa) considera que la huella «revolucionaria» del literato castellano reside en la «colaboración del lector» que requiere la comprensión de su obra. «Lo esencial en Cervantes es el contrato que la obra de ficción debe establecer con el lector para darle vida al relato, que sin él no es más que un conjunto de caracteres impresos», cuenta Canavaggio.

Esa búsqueda de la interpretación del receptor, asegura el estudioso, se deja ver en el Quijote a través de la figura del canónigo amigo del cura, que advierte de que las «fábulas mentirosas» se deben «casar» con el «entendimiento» de los que las «leyeren».

Pérez Galdós, Unamuno o las generaciones del 98 y el 27 son algunos de los nombres que, sostiene Canavaggio, más se han «nutrido» de la literatura cervantina a la hora de crear la suya propia: «No influyó hasta el siglo XIX, pero a partir de ahí se bebe del Quijote en Inglaterra, Francia y, por supuesto, en España».

Cumpliendo con su «contrato», esos escritores han interpretado de manera distinta la obra del complutense, lo que, para el parisino, ha provocado que «el Quijote del siglo XIX no sea el del XX, ni el del XXI».