7º concierto de la temporada de abono de la Orquesta de Córdoba

Director Sebastian Perlowski

Trompeta Arturo García

Obras de Respighi, Hummel y Schubert

Con un programa que giraba en torno a diferentes visiones del clasicismo, el séptimo concierto de abono de la Orquesta de Córdoba tuvo como director al joven ganador del primer premio del segundo concurso de dirección organizado por la Orquesta de Córdoba, el polaco Sebastian Perlowski, que --con una gestualidad algo notoria, pero eficaz en su comunicación con los miembros de la orquesta-- supo imprimir matices distintos a cada una de las obras según las diferentes relaciones que mantienen con el clasicismo y que contó con la excelente actuación del trompetista Arturo García en el concierto de Hummel.

Perlowski armó una consistente y sentida versión de las Antiguas danzas y arias: Suite nº 1 de Respighi , en la que la mirada en sepia del autor se vio reafirmada por el sentido melancólico --a veces galante, a veces solemne-- con que fue dirigida.

La sección de cuerda (protagonista única en esta obra para orquesta de cuerda) tuvo una actuación más que notable y nos entregó un sonido excelente, no sólo en esta pieza, aunque en ella se hiciera más evidente la calidad de su interpretación. El Concierto para trompeta en Mi bemol mayor de Hummel es una obra cronológicamente clásica, si bien en evolución hacia el romanticismo: en ella y con gran acierto, la dirección estuvo más pendiente del equilibrio, la limpieza del sonido y el adecuado balance orquestal, abriendo el espacio adecuado para el solista, que tocó expresivamente y con brillantez una partitura muy exigente. Ante la ovación del público, García tocó un virtuosista bis: un fragmento de El carnaval de Venecia , de Paganini, en versión para trompeta de J. B. Arban.

La Sinfonía nº 1, en Re mayor, D82 se concibió en una versión más atenta al lugar hacia donde se dirigía Schubert que a aquel de donde procedía su música, es decir, más intensa y romántica que ponderada y clásica. La lectura ofrecida estuvo muy atenta a los cambios de dinámica y a todo matiz expresivo --por lo que se pudo ver y escuchar, el director polaco se siente muy cercano a las interpretaciones con garra-- en esta partitura expansiva y juvenil, sin olvidar el balance orquestal (a pesar de que algún metal estuvo un poco crecido), recogiendo al final una gran ovación a la que director y orquesta respondieron improvisando un bis en el que se repitió el Allegro vivace final de la sinfonía.