Sin duda, la última película del director de Shakespeare enamorado y El exótico hotel Marigold (John Madden) es todo un recital de Jessica Chastain, la actriz protagonista de El caso Sloane, que da todo un recital construyendo un personaje más para su colección. Como suele decirse, la película es ella. En este caso, la pelirroja más de moda en Hollywood, lejos de su papel en El árbol de la vida, se mete en la piel de una ejecutiva, de lo más agresiva, que junto a su equipo de trabajo se pone al servicio de una causa un tanto complicada, pues tendrá que luchar para que no salga adelante una iniciativa proveniente de la asociación del rifle, defensora en Estados Unidos del uso de las armas, después de renunciar al reputado bufete donde trabajaba hasta entonces para unirse a otro bastante más modesto, casi una ONG, aunque más acorde con sus principios.

Por el camino se encontrará con todo tipo de zancadillas legales, artimañas de lo más oscuro, cualquier método puede servir cuando hay millones de dólares en juego. Para hacer verosímil a esta lobbista, la actriz adquiere una excelente expresión corporal, acorde con el impecable vestuario que luce mientras ametralla con sus textos lanzados sin respiro y con elocuente autoridad.

La película está dotada de un ritmo frenético, filmada con una cámara que huye del estatismo en todo momento, así como un guión repleto de vivos diálogos y monólogos arrolladores, aunque quien firma el texto (Jonathan Perera) se ha guardado un as en la manga que no descubrirá hasta llegar al capítulo final que resuelve la trama, provocándose así el correspondiente efecto sorpresa en el espectador que agradecerá no le sea desvelado aquí.

Estamos ante un filme de lo más político, donde sólo existe un peligro en los tiempos que vivimos: que la realidad supere a la ficción por momentos. No obstante, resulta muy interesante este acercamiento al mundo de los lobbies (en este caso el armamentístico), tan influyentes en los partidos políticos.