Este año se cumplen 70 años de la liberación de los campos de concentración nazis y 75 años de la llegada de los primeros prisioneros españoles a Mauthausen. Coincidiendo con ambas efemérides, Ediciones B publica Los últimos españoles de Mauthausen , del periodista Carlos Hernández de Miguel, que rinde homenaje a los más de 9.000 españoles que estuvieron en los campos nazis y recopila pruebas, algunas de ellas inéditas, que identifican al régimen franquista como responsable de la deportación y, por lo tanto, de la muerte de gran parte de ellos.

Los datos actualizados del autor apuntan que fueron unos 1.630 los andaluces que acabaron en los campos de concentración nazis. La provincia con más deportados fue Córdoba con unos 345 prisioneros, le sigue Jaén con cerca de 300, Almería con 267, Granada con 266, Málaga, 223, Sevilla, 113, Cádiz, 84 y Huelva con algo menos de 40.

El periodista Carlos Hernández, sobrino del prisionero murciano Antonio Hernández Marín, recoge el testimonio directo de 18 deportados españoles. Entre ellos, hay cuatro supervivientes andaluces: los cordobeses Virgilio Peña y Juan Romero, el gaditano Eduardo Escot y el malagueño José Marfil. Todos ellos narran el largo viaje que les condujo desde Andalucía hasta dichos campos de concentración. A los cuatro les une una historia común: combatieron como voluntarios en defensa de la República durante la guerra, tuvieron que exiliarse a Francia tras el triunfo franquista y alistarse al ejército francés, para luchar contra la Alemania nazi. En el caso de Escot, Romero y Marfil fueron capturados en junio de 1940 por las tropas alemanas durante la ocupación de Francia y, tras pasar por un campo de prisioneros de guerra, fueron enviados a Mauthausen. Virgilio Peña, sin embargo, no fue apresado y consiguió escapar. Tras colaborar durante tres años con la resistencia francesa, fue detenido por la policía colaboracionista del país galo, entregado a la Gestapo y, finalmente, deportado al campo de Buchenwald.

El libro analiza, además, el contexto histórico y político en el que se produjeron las deportaciones y reúne las pruebas documentales que demuestran que el régimen franquista fue cómplice, no solo pasivo, de Hitler. Asimismo, también se aportan documentos inéditos sobre la responsabilidad de Franco y su régimen en la deportación y el asesinato de más de 50.000 judíos.

En la obra, también se apunta a otros responsables directos e indirectos de la deportación. El ranking, tras los regímenes nazi y franquista, lo encabeza la Francia de Pétain y le siguen las empresas alemanas y norteamericanas que colaboraron con Hitler. En la lista no se salva Stalin que, mientras era aliado de Hitler, olvidó a los prisioneros comunistas españoles. El líder soviético volvió a traicionarles tras la guerra cuando acusó a los supervivientes de los campos de ser espías o cómplices de los nazis. Tampoco pueden eludir su cuota de responsabilidad los Aliados. Liberar los campos y tratar de proteger a los prisioneros no fue, ni mucho menos, una prioridad para los políticos y generales británicos y norteamericanos.