Los largometrajes que compiten por el Goya a la mejor película del 2017 están llamados a terminar, de una vez por todas, con el tópico de que «el cine español es un género en sí mismo» y no solo por su variedad tanto temática como de estilo, sino también por los diferentes idiomas en que han sido rodadas. Quien así se expresa es uno de los directores que podría alzarse con el premio, Paco Plaza, cuya película Verónica, es una mezcla de cine de terror, thriller y costumbrismo, y uno de los más claros ejemplos de la diversidad que han valorado este año los académicos.

Una Academia «rejuvenecida» por expresa voluntad de la presidenta, Yvonne Blake, que cursó invitaciones a integrarse activamente en la casa del cine a nuevos miembros que le han dado otro aire. Esta 32 edición optará entre una película histórica rodada en euskera, Handia; una autobiográfica realizada en catalán, Verano 1993; dos adaptaciones literarias, una en inglés, La librería, y otra en castellano, El autor; y, como se ha citado, una cinta de terror, género que debuta en este apartado, Verónica.

«Este año valoramos la diversidad absoluta. La selección de los académicos -apunta el creador de la saga REC-, dice mucho de la riqueza de nuestro cine, rompe el tópico de hablar del cine español como un género en sí mismo. El de ahora es un abanico tan amplio como representativo. Y muy bonito», ha señalado Paco Plaza.

Verónica ocurre en Madrid en los años noventa y cuenta un caso real registrado en los archivos policiales tras la muerte de una adolescente que falleció repentinamente, en su domicilio de Vallecas, después de jugar a la güija con sus amigas. La protagonista absoluta es Sandra Escacena, convertida en la más joven aspirante a un Goya a sus 16 años, quien soporta el peso de una película apasionante.