La entrega de los Premios a los ganadores del 21 Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba puso el sábado punto final a las maratonianas jornadas clasificatorias de selección y opción a premio.

Ausente de la polémica que algunos aficionados anunciaban en las jornadas previas, la gala se desenvolvió en un clima complaciente y simpático en el que tuvo que ver una puesta escénica irreprochable y el buen hacer de su conductor, Jesús Vigorra.

Imágenes retrospectivas de los más importantes ganadores que obtuvieron el codiciado Premio Nacional desde su primera edición dieron fe de la importancia de este certamen, por el que han pasado casi todas las grandes figuras del flamenco. Su revitalización es una tarea de todos para seguir manteniendo su hegemonía en un esfuerzo conjunto por salvar los obstáculos de todo tipo que plantea este tiempo.

El premio de la sección de baile recayó en Juan Antonio Fernández Barullo emparentado con la familia de los Farrucos, donde brilla especialmente el bailaor Farruquito, miembro del jurado, que según comunicado de la organización se inhibió a la hora de votar. Barullo es un fiel seguidor de esa forma de bailar que nos trajo irremisiblemente a la memoria el baile racial del fundador de la dinastía que fue su abuelo Farruco. Fue el más contestado en las fases clasificatorias, y desde nuestro criterio, las finalistas María Moreno y Claudia Cruz debían de haber corrido mejor suerte.

Y en el cante el gaditano José Anillo, con la guitarra de Rafael Rodríguez, según él, artífice importante de su premio, bordó la malagueña del Mellizo, de gusto exquisito a sabor antiguo pero con la frescura de una voz joven que preconiza un largo recorrido en el cante. En las bulerías se acordó de Juanito Villar, con esa canción de Amanecer en el campo que tanta fama le dio al cantaor gaditano, aunque echamos de menos otras variedades estilísticas de este cante, por cierto prácticamente ausente en los concursantes que optaron en su gran mayoría por demostrar sus facultades con la insistente repetición del cante por seguiriyas.

La sensación de la noche, por calidad artística, empatía y paisanaje, recayó en Francisco Prieto El Currito. Algo nervioso en su intervención hablada, demostró con su toque el porqué de la unanimidad de su premio. Lo tiene todo para llegar a ser uno de los grandes de la guitarra. Técnica, creatividad, ejecución, sutileza, picados endiablados, sin abusar, arpegios, trémolos y dominio del pulgar, todo formando un conjunto armónico en perfecta sintonía como pudimos apreciar en esas dos magníficas cartas de presentación que fueron su Rondeña y su Zapateado. El aplauso también unánime del público que llenó el Gran Teatro refrendó su noche histórica, punto de partida, deseamos para iniciar una exitosa carrera en el difícil mundo de la guitarra flamenca.

Hemos visto que el 60 aniversario del concurso ha aportado elementos diferenciadores con respecto a anteriores ediciones. Se advierte un esfuerzo institucional en recobrar y recordar el peso de su historia para que siga siendo un referente en el mundo del arte flamenco, con especial atención a la juventud, que ha copado casi la totalidad de los 130 participantes en las tres disciplinas de cante, baile y guitarra. Existen proyectos aún no concretados con la loable intención de dinamizar el certamen, que ha tenido una participación superior que las pasadas ediciones, lo que no deja de ser una buena señal sobre su futuro que esperamos se adecue a este tiempo cambiante y globalizado.