Recuerdo mi primer encuentro con el cine de Alejandro González Iñárritu, fue hace años, a principios de este siglo, cuando el Festival Iberoamericano de Huelva atravesaba cierta crisis en que sólo llegaban producciones de baja calidad y el aburrimiento nos embargaba; sin embargo, una mañana en los extintos cines Emperador se proyectó una cinta mexicana construida con varias historias cruzadas, te golpeaba con increíble ritmo (Antonio Vega sonaba potente) y con pulso narrativo incuestionable atrapaba dejándote noqueado por un tiempo. Nada más salir de la sala urgía comunicar a los amigos la existencia de esta novedad, un soplo de aire fresco para el cine latinoamericano. La crítica fue unánime. Después vinieron un par de películas más donde los característicos trenzados argumentales de guión, tejidos en compañía de su colaborador Guillermo Arriaga (quien posteriormente dejó el tándem para dirigir en solitario), seguían constituyendo cierto aliciente para el espectador, aunque el efecto sorpresa de la novedad ya había desaparecido, me refiero a '21 gramos' (2003) y 'Babel' (2006), producciones de un carácter más internacional, al haber puesto Hollywood los ojos en este autor. Ya disuelto el equipo con su guionista habitual, filmó 'Biutiful' (2010) dirigiendo a Javier Bardem, aunque no consiguió llegar a la perfección de sus principios.

Ahora, consigue Iñárritu renacer con un hermoso homenaje al cine, al teatro, a la interpretación. Para ello, en 'Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia)' consigue reciclar (como hace Tarantino) a Michael Keaton como actor, dándole todo un regalo de papel: un actor que después de conseguir la fama como superhéroe cinematográfico, una vez caído en depresión, quiere convencer a la intelectualidad apostándolo todo, montando una versión dramática del libro de relatos de Raymond Carver ('De qué hablamos cuando hablamos de amor'), además por ahí andan su mujer y su hija como asignaturas pendientes. Y la voz que le habla. Todo coreografiado impecablemente en forma de plano secuencia único y falso. A ritmo de batería, la de Antonio Sánchez. Una locura maravillosa. De diez.