CEl actor, director y productor de cine Antonio Banderas dijo ayer al recoger el Premio Nacional de Cinematografía que la palabra «nacional» que define al galardón es «la clave de que el premio suene serio, contundente e institucional». «Espero que, tras 37 años de carrera, mi trabajo le haya sido útil a alguien, a algún actor, a alguien a quien arranqué una sonrisa, útil a quienes se rieron conmigo, y útil a mi tierra», dijo. Banderas se desplazó desde Sudáfrica, donde estaba trabajando anteayer, hasta Donostia para recoger el premio que, tradicionalmente entrega el ministro de Cultura en el marco del Festival de Cine de San Sebastián. Ayer, Íñigo Méndez de Vigo valoró a un artista, dijo, «que dejará a los jóvenes el mensaje de un luchador agradecido que jamás dejó de amar a su país», un «patriota» al estilo de Cela, que nunca olvidó que «el lugar en el que nació se merece todo el amor del mundo».

El actor donará los 30.000 euros del premio a la Escuela Superior de Artes Escénicas de Málaga (ESAEM), de la que Banderas es además padrino. «Mi carrera podrá tener sentido cuando acabe, es decir, cuando me muera», enfatizó el actor, que precisó que «aún le quedan muchas historias que contar y muchas orejas que cortar. Espero --precisó Banderas-- que este discurso extienda un sentimiento honesto». Pero sus primeras palabras fueron : «Qué bonita está Donostia», para después recordar «cómo la liaron» en el Zinemaldia con la presentación de Laberinto de pasiones.

EN CLAVE DE HUMOR / Banderas eligió un discurso ligero, cargado de humor, que sacó escrito de su bolsillo. Una a una, desgranó las palabras que definen el galardón, deteniéndose en la del medio, «nacional», la clave de que el premio suene «serio, contundente e institucional». «El resto de palabras quedan eclipsadas, a pesar de quienes esperan un discurso más político», advirtió el actor, quien no obstante reconocido que «nacional» era la «historia del día», y a sabiendas de que «todos esperan a ver cómo se retrata Banderas», bromeó. «Viví los últimos rescoldos del autoritarismo y los primeros de libertad y sí, sigo creyendo en ese proyecto común, no puedo evitar quererlo», dijo.

En ese sentido señaló que, en su opinión, «uno de los retos de nuestro país es su maravillosa imperfección, y también su maravillosa capacidad de sobreponerse». «Considero, valoro y aprecio la nomenclatura que define a este premio como ‘nacional’», zanjó. También se refirió al término «cinematografía», lo que a él «le toca el corazón y a otros toca otras partes menos nobles».

Dejó el humor para explicar que los mejores premios son «los inesperados»: cómo el cielo gris de Londres se volvió tan luminoso como el de Málaga cuando le dijeron que sería el premiado, hasta se le quitó el dolor de espalda. «Los premios son un gran estímulo, intelectual y físico, así que gracias».

El ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, presentó con un discurso al Premio Nacional de Cinematografía, solo que lo hizo con una parrafada en euskera, que fue celebrada con un aplauso.