Antes de comenzar el concierto, Fisk tomó el micrófono para tener unas palabras en recuerdo al recientemente fallecido Alirio Díaz, sin duda una figura de gran importancia en el mundo guitarrístico. El programa estaba dedicado casi íntegramente a la obra de violonchelo de J. S. Bach. Para abrir boca, la transcripción de la Partie sopra l’Aria detta “La Frescobalda”, de G. Frescobaldi (original para instrumento de tecla) nos da un avance de la visión musical que nos ofrece Fisk. Comienza la pieza con un movimiento lento, con un sonido estable, y algunos adornos añadidos, que pronto contrastan con los movimientos rápidos, a los que imprime un ritmo y una fuerza que lleva al límite el sonido de la guitarra.

Entrando en la temática del concierto, es siempre arriesgado dedicar todo el programa a un solo autor, si bien J. S. Bach es de los que ha tenido esta distinción en varias ocasiones. De las seis suites que el compositor alemán dedicara al violonchelo, son cuatro las seleccionadas. La primera es la Suite nº 1, la más conocida por el público, y presente en numerosos conciertos de guitarra. Se compone de Prelude, Allemande, Courante, Sarabande, Minuet I, Minuet II y Gigue. En las demás, la diferencia está en las dos danzas que preceden a la Gigue. La nº 3 tiene dos Bourre en lugar de los Minuet. Tras el descanso, siguen la Suite nº 4, también con dos Bourre, y la nº 6 con dos Gavotte.

En general, se puede hablar de una pauta general en la interpretación de las suites, y es el contraste. Por un lado, tenemos los movimientos lentos, como las Sarabandas y algún Preludio, con un sonido recogido y un tempo estable; y, por otro lado, las danzas rápidas, rítmicas, que llevaban al intérprete a elevarse ligeramente de la silla en algunos acordes finales «arrebatados». Con la sonoridad abierta, dejando la resonancia de las cuerdas, y buscando el apoyo en los graves, parecía intentar imitar algunos golpes de arco que pueden ser usados en el violonchelo.

Por otro lado, añade adornos más propios de los instrumentos de tecla, como el uso de la doble cuerda a gran velocidad. Y, por último, más afín la guitarra, busca algún efecto con rasgueos, trémolos o cuerdas apagadas. El concierto fue ganando a medida que avanzaba, sobre todo porque el guitarrista parecía sentirse más cómodo en la segunda parte al contar con la partitura y poder dar así rienda suelta a su expresividad.

Bach en un estilo particular, exprimiendo la sonoridad del instrumento, que arrancó los aplausos del público, al que despidió con el Andante de la Sonatina de Torroba.