Al cante: Antonia Contreras, José Valencia y La Tremendita.

Al baile: Richard y Clara Gutiérrez.

Guitarras: Salvador Gutiérrez, José M. Caro, Juan Requena y José Tomás.

Lugar: Plaza de la Corredera.

Día: 16 de mayo.

Con alguna frecuencia el esfuerzo institucional en la organización de eventos, como este séptimo Festival Flamenco de Córdoba, puede quedar diluido, cuando no anulado, si la precariedad de los medios relega la actuación de los cantaores a una mera y descafeinada exhibición de sus valores, por culpa de un sonido deficitario que viene siendo la constante en este mes de mayo en la programación flamenca de la plaza de la Corredera.

Algo tan fundamental como una buena megafonía ha de ser prioritario en la organización de estos eventos y más teniendo en cuenta que se celebran en un espacio plural donde los inevitables murmullos del público que llena las terrazas limitan la capacidad auditiva de los aficionados. Condicionados por este déficit megafónico, no podemos hablar de plenitud de ninguno de los cantaores que componían el cartel, ilusionados por su inclusión en este festival que organiza el Rincón del Cante, con la colaboración municipal, e incluido en el Festival de los Patios.

Antonia Contreras abrió con la malagueña de la Trini, que cerró por abandolaos. Con ganas de agradar lo puso todo en su repertorio con la soleá en tonos inverosímiles. Sus novedosas guajiras y su tanda de fandangos cerraron su actuación honesta y entregada, aunque con la sombra de la preocupación por el sonido. Le siguió José Valencia, alardes de voz donde los haya, pero sin llegar al impacto que hemos visto en otras actuaciones y que persiguió hasta el final de su actuación a "capella". Se le nota su oficio en el acompañamiento al baile, en el que el compás fue de lo más plausible de su actuación, que terminó por bulerías después de su dominio rítmico de las alegrías y los tangos y el consabido sosiego de los cantes de levante en el estilo del Cojo de Málaga.

Y le llegó el turno a la Tremendita, flamenca en su expresión y dominadora del compás que llegó a su cénit en las bulerías de trabalenguas y sapiencia cantaora. Mermada por una afonía provocada por problemas puntuales de alergia, a la que se sumó los problemas de sonido, lo hizo todo con muchas ganas de rememorar el premio Nacional de Córdoba del 2004. Su voz caliente peleó con el cante por alegrías, guajiras, soleá, tangos y las bulerías con un entendimiento pleno con su guitarrista Salvador Gutiérrez de una riqueza tonal admirable. Pero fue el baile el que culminó de forma espléndida este festival: Richard Gutiérrez en la seguirilla, todo fuerza y temperamento flamenco y la antológica soleá de su hermana Clara dignificaron el baile cordobés por excelencia. Un derroche de elegancia y contención flamenca de la bailaora cordobesa sin ningún gesto para la galería que distorsionara su gran actuación. La sincronización para ambos de la guitarra de José Tomás y el cante de un desconocido pero flamenquísimo Mati cerraron la noche culminada por un fin de fiesta.