A veces, parece como si Aretha Franklin, la hija del predicador más carismático de Detroit, haya cantado todas las canciones buenas de la historia. Su voz poderosa, creativa, juguetona, era capaz de coger cualquier tonada y convertirla en una canción de Aretha Franklin. Nada le daba miedo: desde los tradicionales del góspel, el soul más negro y el cancionero americano más blanco, hasta los éxitos de los Beatles, los Rolling Stones o Leonard Cohen (sí, grabó una versión de Suzanne). Aretha Franklin también componía y tocaba el piano, pero lo que la hacía única era su voz transformadora: transformaba emociones, esperanzas, quejas y lamentaciones, y los que la oían se las apropiaban. La fallecida cantante era capaz de coger cualquier tonada y convertirla en una canción suya. Fueron víctimas suyas Otis Redding y Dionne Warwick, entre otros. Hay dos momentos, al inicio de su carrera, que definen este carácter transgresor. El primero tuvo lugar en 1967, cuando coge una canción que Otis Redding había grabado dos años antes -Respect- y le da un nuevo enfoque: cambia la voz del hombre desesperado que pide respeto a su mujer, y la convierte en un grito de fuerza, una declaración en clave femenina, con aires de himno: «Un poco de respeto cuando llego a casa», canta, y el ritmo queda reforzado cada vez que deletrea la palabra: R-E-S-P-E-C-T.

El segundo fue hace exactamente 50 años, en el verano de 1968. Grababa su disco Aretha Now. Un día, mientras ensayaban en el estudio, estaba Burt Bacharach y para jugar improvisaron una versión de I Say a Little Prayer, que medio año antes Dionne Warwick había convertido en un gran éxito.

El resultado de la apropiación era tan espectacular que fue directa al disco. La versión de Aretha Franklin era más sencilla y desnuda, sin violines ni trompetas satinadas, con los coros que subrayaban tanto los momentos íntimos como los de exaltación de alguien que dice «una pequeña oración» para que alguien le quiera y le haga caso. En sus actuaciones, Aretha la cantaba con el micrófono cogido como si rezara. Bacharach escribió muchas canciones para Dionne Warwick, que las hizo volar con personalidad, pero la versión de I Say a Little Prayer que siempre nos viene a la mente es la de Aretha Franklin. Era su privilegio.