En su edición 51, el Festival de Cante Grande Fosforito de Puente Genil fue fiel a su prestigio y capacidad para deleitar a los aficionados que acudieron a disfrutar de la noche mágica del flamenco pontanés. Este evento, considerado Bien de Interés Turístico por la Junta de Andalucía, sigue dando señales de su fantástico poder de convocatoria con la asistencia de alrededor de 1.500 personas. La noche comenzó con una distinción a Ricardo Molina, el poeta y flamencólogo pontanés, al que se le dedicó el festival por la celebración este año del centenario de su nacimiento. En el preámbulo de la cita, el alcalde de la localidad, Esteban Morales, y la concejala de Promoción del Flamenco, Lola Gálvez, hicieron entrega al sobrino nieto del autor perteneciente al Grupo Cántico, Antonio Sánchez Molina, de un recuerdo en memoria del homenajeado. A continuación fue el turno del buen flamenco, declarado recientemente Patrimonio Inmaterial de la Humanidad declarado por la Unesco.

De este modo, el cante y el baile fueron los protagonistas hasta bien entrada la madrugada en una velada presentada por el flamencólogo Juan Ortega, y que fue inaugurada con un recuerdo excelso al mencionado Ricardo Molina. Pasadas las once de la noche, el silencio hizo acto de presencia de un modo imponente para escuchar al onubense Arcángel. Hace tres años se subió a las tablas en Puente Genil, cuando el festival se celebró en la Caseta Municipal. Entonces tuvo muchas dificultades, como el resto de cantaores, para mostrar lo mejor de sí mismo por los problemas que hubo de acústica. Afortunadamente, la noche de ayer no ocurrió lo mismo. Su clase, su exquisito tono de voz, y su incontestable arte le valieron para meterse en el bolsillo a los espectadores, acompañado a la guitarra de Miguel Ángel Cortés. Cantó por alegrías, soleares, fandangos, tientos, tarantos, tangos, entre otros, con los que puso al público en pie.

Argentina destacó por su maravillosa fuerza sobre el escenario, su finura y su talento, algo a lo que se sumó la guitarra de José Quevedo, Bolita. El toque femenino al cante sirvió para deleitar aún más a los asistentes a este certamen, que con José Mercé, acabaron con la boca abierta. Su experiencia, sus tablas, y la guitarra de Antonio Higuero arrancaron un sinfín de aplausos entre cante y cante.

La pontanesa Rocío Moreno fue la responsable del baile. Su cuadro flamenco, compuesto por el Claus, Milagros Salazar, las guitarras de Miguel Aguilera y Mariano Delgado, la viola de Rosa Escobar, y las palmas de Daniel Morales, Mawel, y Jorge del Pino, conquistó al público pontanés por su poderío, la sincronización en los acompañamientos y los bailes, algo que el público reconoció en varias ocasiones con ovaciones cerradas al cuadro.

Tras el ligero descanso, ya entrados en la madrugada de hoy, llegó el momento de Raúl Alcántara, el Troya, con un repertorio amplio y con un estilo valiente, soberbio y que rompió el hielo francamente bien junto al toque de Juan Marín.

Una actuación esperada fue la del pontanés David Pino. El encargado de abrir el Festival de Cante Grande Fosforito en la edición del año pasado volvió a mostrar la solera de su cante, de su sabiduría musical y de su elegancia en la estética. David Pino actuó acompañado de las guitarras de Gabriel Expósito y Alejandro Hurtado.

El punto y final a una noche para el recuerdo la puso Rancapino Chico. El chiclanero, hijo del gran cantaor Alonso Núñez Núñez, Rancapino, demostró por qué es una promesa dentro del flamenco puro y el principal heredero de los cantes de Cádiz. Rancapino Chico se dejó el alma hasta pasadas las cuatro y media de la madrugada con sus soleás, sus tientos, las seguiriyas, y el toque de la guitarra de Antonio Higuero.