El cine de terror de Estados Unidos se queda sin sus baluartes. El pasado 16 de julio fallecía George A. Romero. Wes Craven lo hizo hace dos años. Larry Cohen, William Lustig y John Carpenter llevan tiempo inactivos. Este sábado murió Tobe Hooper, a los 74 años, en Sherman Oaks, en el californiano valle de San Fernando, por causas aún desconocidas. El cine de terror estadounidense de los años setenta se ha quedado sin todos sus referentes, una generación de directores que trabajando en los márgenes del cine de serie B revolucionó radicalmente el género.

Hooper contribuyó aquella nueva ola del terror con La matanza de Texas (1974). Inspirada en un hecho real, relata el enfrentamiento de cinco jóvenes que van de excursión en su furgoneta y acaban siendo las víctimas de una familia de matarifes que se han quedado sin trabajo y, en vez de matar reses, se dedican a asesinar humanos. Uno de los miembros de la familia, Leatherface, se convertiría en el villano más icónico del género junto a Freddy Krueger, el Jason de Viernes 13 y el Michael Myers de La noche de Halloween.

Fallecidos los creadores de La noche de los muertos vivientes (Romero) y Pesadilla en Elm Street (Craven), apartados de las cámaras los directores de ¡Estoy vivo! (Cohen) y La noche de Halloween (Carpenter), quedaba en pie Hooper. Pero corrían malos tiempos: su último filme, Djinn (nombre otorgado al genio diabólico procedente de la mitología semítica), fue realizado en el 2013 con producción de los Emiratos Árabes. No deja de ser paradójica la situación que atravesaban los grandes renovadores del terror setentero, habida cuenta de la cantidad de remakes de sus películas que se han rodado en los últimos años: nuevas versiones, continuaciones, secuelas y reboots de La matanza de Texas, La noche de Halloween, Viernes 13, Las colinas tienen ojos, La última casa a la izquierda, Piraña, La noche de los muertos vivientes, Poltergeist o Maniac. Hooper tuvo en sus inicios tanta personalidad como Carpenter. Sus películas eran baratas, inteligentes, macabras, atmosféricas y sangrientas en su justa medida.

La puesta en escena de las mismas, siempre ingeniosa, las redimía de sus defectos de guion, aunque la progresión terrorífica de La matanza de Texas es espléndida: el carnicero que recogen las futuras víctimas haciendo auto-stop en la carretera, la chica colgada de un gancho, el chico golpeado con el mazo de matarife, la presencia del abuelo momificado de la familia o el estallido final con Leatherface persiguiendo a la única superviviente con la famosa sierra eléctrica.

La matanza de Texas polarizó el buen papel de Hooper en la renovación del cine de terror de carácter más realista. Como Carpenter, él siguió las enseñanzas de Hitchcock en Psicosis, cuando mostró que el mal está a la vuelta de la esquina y no se manifiesta a través de criaturas mutantes o alienígenas invasores. Pero además del filme sobre Leatherfeace y su desquiciada familia, resultan muy interesantes las tres producciones que hizo a continuación: Trampa mortal (1976), sobre un caimán de los pantanos de Louisiana alimentado con carne humana por su propietario; Salem’s Lot (1979), adaptación televisiva de la novela de Stephen King que aquí se emitió como Phantasma II, y La casa de los horrores (1981) -su título original es Fun house, como el disco de Iggy Pop y The Stooges: barraca de feria y pre-punk- con los adolescentes de rigor amenazados en una feria ambulante.

‘Poltergeist’

Llegó después Steven Spielberg y le produjo Poltergeist (1982), su película más exitosa; La matanza de Texas había costado 300.000 dólares (y obtuvo 14 millones e beneficios) y Poltergeist tuvo un presupuesto de casi 11 millones, recaudando más de 74. Hooper y Spielberg le dieron una nueva dimensión a las historias de casas encantadas y fenómenos paranormales: la imagen de la niña hipnotizada frente al grano de la pantalla de televisión es otro de los momentos cumbre del autor.

Aunque siguió haciendo películas caras y tuvo momentos interesantes, Hooper ya no revalidó los éxitos y cualidades de La matanza de Texas y Poltergeist. Pero su importancia en la historia del cine de terror es incuestionable.