Wendy Guerra (La Habana, Cuba, 1970), graduada en Dirección de Cine por el Instituto Superior de Arte de La Habana y alumna de Gabriel García Márquez en su taller de guiones Cómo contar un cuento , ha trabajado como actriz de televisión y cine. Como escritora, ha publicado las novelas Todos se van (2006), Nunca fui primera dama (2008), Posar desnuda en La Habana (2011) y Negra (2013), y los libros de poesía Platea a oscuras (1987), Cabeza rapada (1996) y Ropa interior (2009). Su obra narrativa ha sido traducida a trece lenguas, pero no está editada en su país. Anagrama reedita ahora su primera novela, Todos se van .

--¿Qué queda de ese halo de realismo mágico en la literatura del otro lado del mar?

--Creo que el realismo mágico en nuestras costas es parte de la vida diaria y no un gesto literario o artístico. Esto me lo hizo ver Gabo, no en el aula, no en la teoría ni mucho menos hablando de literatura, no... Me lo mostró viviendo diariamente bajo el influjo de lo increíble que aquí es tan común como el agua clara...

--¿Y de la vieja Cuba? o, mejor: ¿Qué se espera de la nueva?

--Creo que lo que espero yo, porque no hablo en nombre de nadie más, es aprender a vivir en una sociedad donde no tener que resistir sea el primer postulado, espero vivir humildemente, sí, pero sin sacrificios heroicos. Espero que seamos ciudadanos del mundo sin el estoicismo y el sacrificio cotidiano, espero que los próximos periodistas que me entrevisten cuando todo cambie me pregunten de literatura. Eso será un gran síntoma.

--Usted parece una "disidente interior" que goza de cierta inmunidad, ¿es así?

--Yo solo soy una escritora, una artista, un ser inquieto que revisa su entorno, explora su vida y la pone bajo una campana de cristal para crear. Esa es una gran prueba ideoestética, aquella que alguna vez atravesaron los dadaístas o los existencialistas o los expresionistas. Dejemos esos términos para la izquierda y la derecha, yo soy solo una autora cubana que se cansó de los ismos y escribe sobre los seres humanos, sus miserias, los residuos humanos y sus pequeños traumas.

--Sus libros semejan un rescate de la memoria, la suya de los 80 o 90 ¿es su particular visión de aquella época?

--La memoria es el eje pendular del olvido. La memoria como revisión de los ambientes, la vida privada de los padres. La memoria como recordatorio y referente humano. Escribo, asiento detalles que atestigüen nuestra existencia. Eso dejaré a las próximas generaciones: la narración detallada de un mundo que parece lacrado desde esta isla musical, inquieta pero muda de dolor. De eso, del drama humano trata la gran literatura rusa, la maravillosa y sofisticada literatura femenina francesa, y aquel asentamiento que Mishima nos legó para poder conocer la naturaleza de Japón que nos parecía tan lejano. Este es, sin duda alguna, el valor agregado de las escrituras. Una historia verosímil, una investigación respetuosa y un modo disfrutable de contarlo. Contarlo bien es el mejor divertimento, amo hacerlo y a eso me dedico.

--El origen de su literatura estaría en un diario personal, se lo pregunto por Todos se van (2006), su primera novela, que ahora reedita Anagrama.

--Sí, como he dicho siempre, mi valor inicial está en el Diario de Vida, que, como muchas autores, y sobre todo autoras de todos los tiempos, llevo desde niña. Mientras vivo compro cuadernos, anoto, escribo, siento y reciclo en ficción lo vivido. Algunos episodios o algunas etapas se vuelven novelas, poemas, artículos- otros me los llevo conmigo, pero la premisa fundamental es: no mentirle al diario en un contexto donde mentir es lo que te salva la vida. Todo esto es muy interesante para un escritor pues desarrollas un grupo de lenguajes que protegen la verdad pero no la amordazan. Este es mi estilo, el estilo que impone este tiempo hablando sola a un diario en una isla a la deriva de su suerte.

--Es este un libro doloroso, casi agónico.

--Sí. Como sus circunstancias vivenciales. Para mí de eso se trata: de hacer literatura, comunicar los estados de ánimo, doblar de dolor con nuestro sufrimiento y el de los personajes que lo conducen al lector en una trama iluminada a mano.

--De su admiración por Anaïs Nin surge Posar desnuda en La Habana (2011), ¿qué pretende, además, de recrear el personaje y ensayar con una voz ajena?

--Ensayé, durante los 12 años de investigación y en los 4 de su escritura, entrelazar la voz de Anaïs con la propia, asirlas y lograr una interpretación de estilo sin perder mi carácter como autora. Es un trabajo de encarnación parecido al que hacen los bailarines cuando interpretan clásicos ya muy manoseados por coreógrafos o muy versionados por virtuosos intérpretes. Es también un acto de rescate con humildad, hablar en su voz, bajar la cabeza y dejarla pasar a ella, Anaïs Nin, a través de mi palabra, sin descuidar sus términos que fueron la voz cantante de esta historia que salió de mi mano y su espíritu.

--Su última novela, Negra (2013), se convierte en la historia de la religión, la magia y el vudú y, sobre todo, el sexo como protagonista principal. Es realmente una novela de cierta complejidad.

--No, no he tenido la oportunidad de tocar el vudú. Es posible que sea un tópico que deberíamos abordar muchos de los autores caribeños y pocos han tenido el rigor de estudiarlo para ficcionarlo. Trabajé con un mundo que me circunda y toca, el mundo Yoruba, La Regla de Ocha, pero esto es la vena por la que corre la sangre del lenguaje que establece Negra . No se convierte en la historia, es solo el sonido de esa leyenda latiendo en el trasfondo de su fuerza. Es el nervio de la historia pero no la historia en sí. La trama se presenta en la otra épica, la vivencial de una protagonista nacida en La Habana de 1978. Estamos hablando de poner sobre la mesa otras tragedias, una heroína muy joven, hermosa negra que desea recuperar un espacio endémico, suyo, atravesando este yacimiento culto, una mujer que no desea ser religiosa, una chica bisexual, creativa, multicultural y con muchas ganas de fundar. El estudio de los rituales y las recetas formaban parte de la inmersión en un país inmenso e interminable, ese donde vivo y en el que intenta, a toda costa, vivir Nirvana del Risco.

--Su novela plantea cuestiones como racismo, homosexualidad, discriminación social, ¿es esta la realidad cubana de hoy?

--Esa es la arista de realidad que yo seleccioné para tratar en esta novela. Cada quien verá muchas realidades dentro de Cuba. Tal vez hay cubanos que viven en la isla y dirán al Noticiero Nacional de Televisión que ellos, sinceramente, no sienten o no ven racismo en Cuba. Nirvana del Risco, mi personaje, lo siente y lo atraviesa con su sino.