De la manera que el lector hispanoamericano vive la poesía deberíamos aprender los españoles. También el autor de esas tierras es modelo y ejemplo. El respeto por la lengua, la innovación, la desnudez de la palabra en el momento exacto, el experimento sacrificado y sin complicaciones. Baste un puñado de conversaciones para aprender, sin más, una enseñanza en grado sumo.

En otro contexto diferente José Olivio Jiménez viene a hablar de poesía del aliento épico, con gran amor a España, a América, al hombre universal. Y define bien aquello a lo que nos referimos.

En recientes debates con diversos autores, y haciendo un repaso a la poesía española del siglo XX, siempre nos quedamos en 50. Y eso que apurábamos al máximo los nombres, las generaciones, las corrientes, las tendencias. Nos quedamos en el cincuenta. No avanzábamos más. Tal vez algunos ejemplos aislados permanecen con fuerza.

La presencia de la literatura hispanoamericana enriquece la lengua madre. Y lo hace sin complejos, con vida. También la poesía polaca del siglo XX ha hecho y hace mucho por nuestra lírica.

Vida por encima de elegantes escorzos, de razonados y complejos devenires que en el fondo son humo, humo gris.

Los jóvenes poetas de ahora leen la literatura hispanoamericana. Incluso muchos de ellos tienen en autores de allá a modelos y guías, a luces y faros. El futuro de nuestra poesía es una incógnita con esperanza, con expectativa. Con la ilusión de aquel que lee y aprende, que recibe. El alimento es nuestro cuerpo de lecturas, y sin él, y sin los clásicos, nuestra base se agrieta sin justificación.

Me sorprendía cómo en Hispanoamérica los lectores fotocopiaban los libros de poemas por su alto precio. Y en nuestro país por no tener, no tenemos ni un Ministerio de Cultura.