Hace ahora veinte años, el poeta americano Allen Ginsberg, miembro destacado de la generación beat, visitó Córdoba. Esta ciudad, que a veces acoge sin excesivos problemas la modernidad pero que, demasiado a menudo quizás, se reconoce sobre todo en sus tradiciones (procesiones religiosas, rituales de exaltación desmesurada de lo local, etc...), asistió algo indiferente a la presencia de uno de los poetas más significativos de los últimos tiempos. Las tradiciones son muy respetables, pero convendría recordar dos cosas al respecto. En primer lugar, las tradiciones, como nos recuerda Eric Hobsbawn (The Invention of Tradition ), son, paradójicamente, más recientes de lo que creemos. En segundo lugar, las tradiciones, en tanto que funcionan como elementos de contención y adocenamiento social, ponen en peligro la capacidad de pensar por uno mismo y pueden ocasionar la aceptación ciega de una realidad que podría ser mejorada. Pero volvamos a Ginsberg. Cuando llegó a Córdoba, el poeta americano lo hizo para participar en el XVII Congreso Internacional de Aedean (Asociación Española de Estudios Anglo Norteamericanos) junto con otros nombres relevantes de la literatura en inglés --Robert Coover--, la crítica literaria y la lingüística --George Lakoff, Anna Siwierska y Susumu Kuno, entre otros--. Este congreso, organizado por la asociación y el Departamento de Filología Inglesa de la Universidad de Córdoba, hizo que Córdoba fuera, durante unos días, centro internacional de reflexión sobre el lenguaje y la literatura. Pero fue Ginsberg quien suscitó una enorme expectación.

LA GENERACION BEAT: REBELDIA Y BUSQUEDA ESPIRITUAL

Veinte años atrás, hacía tiempo ya que Ginsberg se había convertido en un icono de la contracultura. La lectura pública de su famoso poema Howl (Aullido) , en la Six Gallery de San Francisco en octubre de 1955, significó, entre otras cosas, el lanzamiento de un movimiento literario revolucionario que sentaría las bases de la actitud --individual y social-- de los movimientos contraculturales de los años sesenta. El poeta y editor Lawrence Ferlinghetti, presente en al acto, le dijo al acabar la lectura: "Saludo el comienzo de una gran carrera literaria. ¿Cuándo me mandas el manuscrito?". Publicado junto con otros textos en 1956 y con una introducción de William Carlos Williams, Howl dio voz a una generación descontenta con el puritanismo, el militarismo y el consumismo imperantes, una generación ávida de nuevas experiencias y con prisas para vivirlas, dada la amenaza de destrucción nuclear que se cernía sobre la sociedad en los años de la Guerra Fría. Unos jóvenes que se reconocían en las líneas que podían leer en On the Road , la novela de Kerouac: "sólo me interesan los locos, los que están locos por vivir, locos por hablar, locos por salvarse, los que desean todo al mismo tiempo, los que nunca bostezan ni dicen lugares comunes, sino que arden, arden, arden como fabulosos fuegos artificiales y explotan como arañas entre las estrellas...". Es la misma actitud vital que se extenderá como un reguero de pólvora y eclosionará en los años sesenta en el movimiento hippie.

Ginsberg había conocido a Jack Kerouac y a William Burroughs en la Universidad de Columbia. También a Neal Cassady, quien sería el modelo para Dean Moriarty en la novela de Kerouac On the Road y a quien Ginsberg menciona en Howl : "N.C., el héroe secreto de estos poemas". También a Gregory Corso y Carl Solomon: el núcleo duro de la generación beat, esa etiqueta que designa la rebelión social y literaria que se produjo en Estados Unidos, se había constituido. En Nueva York, en 1948, tuvo una visión en su apartamento de Harlem: oyó la voz del poeta romántico inglés William Blake que recitaba algunos de sus textos (Ah, Sun-Flower, The Sick Rose, Little Girl Lost). Esta visión transformó la concepción de Ginsberg sobre la poesía, la vida y el universo. El místico visionario Blake, que había escrito "Ver el Mundo en un grano de arena/ y el Cielo en una flor silvestre/ tener el Infinito en la palma de la mano/ y la Eternidad en una hora", proporciona a Ginsberg una nueva visión del universo, en el que todos los seres están interconectados. En 1954 se traslada a San Francisco y, por mediación de Kenneth Rexroth, entra en contacto con los círculos poéticos locales. Allí tiene lugar la lectura pública de Howl , con su amigo Kerouac entre los asistentes, y la posterior publicación en la City Lights Bookstore. El libro fue prohibido y Ginsberg acusado de obscenidad. En el juicio que siguió, el juez Horn dictaminó que en Howl and Other Poems predominaban los méritos artísticos.

Existen diferentes versiones sobre el origen y significado de beat en la expresión "generación beat". Como adjetivo, "beat" puede significar cansado o agotado, pero enseguida adquirió el sentido de anti-convencional (opuesto a "square") y, por extensión, se aplicó a los jóvenes rebeldes interesados en encontrar nuevas formas de expresión artística. En una conversación con un amigo escritor, John Clellon Holmes, Kerouac afirmó: "Imagino que podría decirse que somos una generación beat". El término fue utilizado por Holmes en un artículo en el New York Times Magazine --This is the Beat Generation , noviembre de 1952-- y enseguida formó parte del uso lingüístico corriente. Aplicado a ese grupo de escritores de los que Kerouac, Ginsberg y Burroughs son los más conocidos, pero no los únicos, "beat" puede tener dos acepciones: la primera hace referencia a una actitud de rebeldía y, al mismo tiempo, a un tipo de música --el bebop -- que sintetizaba esa rebeldía; la segunda, hace referencia a una búsqueda espiritual.

Ginsberg, en las primeras líneas de Howl , define con extrema precisión y en dos palabras esa actitud: "angelheaded hipsters", es decir, "hipsters (enrollados) con cabeza de ángel". La palabra "hipster" designaba a los jóvenes seguidores del hot jazz y el bebop , esa música que rompió con el convencionalismo del swing , esos jóvenes blancos que desde los años cuarenta habían comenzado a frecuentar las comunidades de negros y a interesarse por su música y su forma de vida. El texto de Norman Mailer, The White Negro (1957), se convertiría en paradigma de esta nueva actitud. Es el ritmo ("beat") de esa música el que marca sus vidas y su literatura. Jack Kerouac quería que la prosa de On the Road tuviera la misma estructura rítmica que un tema de bebop y que sus digresiones narrativas evocaran la improvisación de su admirado Charlie Parker. Ginsberg escogió como medida para los versos de Howl la "breath-long line", es decir, un verso que se pueda leer hasta que el lector se tenga que detener para respirar. Ginsberg escribió en una colección de ensayos que se publicaría el año 2000: "Cada línea de Howl es una unidad de respiración. Mi respiración es larga

la generación beat , esos hipsters "con cabeza de ángel", tienen en común, en mayor o menor medida, una intensa búsqueda de la espiritualidad, el esfuerzo por reencontrar los valores primigenios: el primitivismo opuesto a una sociedad acomodada y corrompida, instalada en una "pesadilla con aire acondicionado", por utilizar la expresión de Henry Miller. Apuestan por la espontaneidad como antídoto contra la hipocresía de una sociedad apática y conformista que sigue ciegamente las pautas del "American Way of Life", intentan la creación de un nuevo humanismo que tenga en cuenta los valores y sentimientos elementales y unas relaciones más sencillas y sinceras entre los seres humanos. El poema America de Ginsberg es una larga diatriba contra el absurdo de toda una civilización, contra el materialismo sin imaginación, el conformismo, la falta de verdadera energía del pueblo americano ("America --escribe Ginsberg--, ¿vas a dejar que tu vida emocional la dicte el Time Magazine ?"), contra la confianza ciega en unos valores ridículos que les arrastran a la destrucción moral y a la vida vegetativa.

UN REBELDE ENTRAÑABLE

Como secretario de organización de aquel congreso y responsable de su logística, tuve la oportunidad de hablar con Ginsberg, de forma distendida, en distintas ocasiones. Lo primero que llamaba la atención en él era un trato exquisito y una afabilidad como he conocido en pocas personas. Se puede pensar que cuando visitó Córdoba, ya con cierta edad, su rebeldía e inconformismo se habían apaciguado. Puede ser. Pero es cierto que en los documentos --cartas, memorias, etc-- que lo retratan en su juventud y edad madura, abundan las referencias a su carácter afable, a su capacidad de escuchar, a su eterna actitud de tolerancia y comprensión. No en vano, Ginsberg, creador de la expresión "flower-power", fue el ideólogo del movimiento hippie, que tanta repercusión mundial tuvo en los años sesenta. Su pacifismo, sin embargo, no era apolítico. De la misma forma que en los años sesenta y setenta fue la cabeza visible de la rebelión social no-violenta con la que los jóvenes se opusieron a la guerra de Vietnam o la proliferación nuclear, los comentarios que le escuché sobre la situación social y política de hace veinte años no estaban exentos de crítica, pero siempre con la esperanza y el deseo de que los valores humanos más elementales y, a la vez, más necesarios, acabarían por imponerse. Hablamos de temas sobre los que compartíamos un cierto interés: William Blake, el jazz y Bob Dylan. Me resultó sorprendente que siguiera elaborando interpretaciones sobre el texto de Blake Ah, Sun-Flower , ese mismo texto que creyó oír en la voz de Blake en el lejano 1948 en su apartamento de Nueva York.

Su recital poético en el salón de actos de la Facultad de Filosofía y Letras fue sorprendente. Acompañado de un pequeño armonio, leyó y cantó no sólo sus textos sino también poemas de William Blake a los que había puesto música. Los textos procedían de Canciones de Inocencia y de Experiencia y Ginsberg, como otros críticos, pensaba que los poemas de Blake eran realmente canciones, textos para ser cantados. En privado, me comentó que cuando escuchó a Bob Dylan se dio cuenta de que la poesía podía y debía cantarse. Es significativo que en aquel recital no leyó su famoso Howl . Es cierto que su nombre aparece siempre asociado a ese poema, lo que, en consecuencia, ha relegado el resto de su obra a un segundo plano. Pero su producción poética, una de las más poderosas e influyentes de los últimos cincuenta años, es magnífica y variada, como se puso de manifiesto en aquel recital. Había en su tono y actitud algo grandioso, el tono de un bardo, que como Blake, "ve pasado, presente y futuro, y cuyos oídos han escuchado la Divina Palabra". Un visionario, como Blake, pero enraizado en la tradición poética norteamericana, en el transcendentalismo de Whitman, Thoreau y Emerson, en la filosofía que sostiene que el alma de cada individuo es idéntica al alma del mundo y contiene lo que el mundo contiene.

Cuando nos despedimos, me ofreció como regalo un disco en el que mezclaba sus textos con acompañamiento de jazz y accedió a dedicarme, afectuoso y entrañable hasta el final, mi viejo ejemplar de Howl .

Como dice la letra del tango, veinte años no es nada. Es el tiempo que ha pasado desde que Ginsberg hiciera oír su voz rebelde y poética en esta ciudad, la voz que está en el origen de la contracultura y la revolución de Mayo del 68 en Paris, en esta misma ciudad que no hace mucho ha batido o intentado batir --perdonen mi ignorancia-- el récord Guiness del mayor número de parejas bailando sevillanas.