Decía George Steiner que el lenguaje existe, porque existe «el otro». Escribimos para nosotros, y a un tiempo para los demás. En este poemario (el tercero, y muy distinto de los dos anteriores) Juan Antonio Bernier escribe hacia el otro, manteniendo la debida distancia, pero sin perder de vista el punto de partida.

En piezas tan breves como las de esta última entrega, Bernier domina cierta intensidad y para ello es básico mantener el equilibrio para que esa fuerza llegue intacta al lector, hacerlo desde la sencillez y la rotundidad, sin perder de vista la sugerencia, dejando vislumbrar lo oculto.

Conviene medir bien esos contrapesos. En los aciertos que se prodigan por estas páginas, se tiende a potenciar una atmósfera que invita a cierta reflexión, cierto sosiego en la forma de encarar la vida, las situaciones -puede que con un ligero fondo de pensamiento oriental-, y ese sosiego también propone un giro, claramente, hacia lo poético en una mirada que escruta, separa e incide.

Resulta complejo -y no siempre bien comprendido- el terreno de lo breve en la poesía. Es verdad que, en muchas ocasiones, las vías de progreso son reducidas porque la forma puede condicionar también, de alguna manera, el contenido, o por lo menos lo reduce a un margen de movimiento, pero es preciso tener esta experiencia, ya que enriquece manejarse con esos registros y, además, no sabes si darás con alguna vía nueva.

En ese juego con el lenguaje que Bernier propone se persigue esa musicalidad a modo de disfrute, la mayoría de las veces a través de rimas y ritmo, buscando quizás la agudeza de un lector despierto ante cada sutil propuesta, cuando el concepto de belleza y de vida van fusionados en un solo hilo que irradia esa calma.

Lo mínimo, el detalle, cobra ese centro de la escena poética, ese foco sobre el que la voz marca esa distancia adecuada para no implicar al yo como referente físico, haciendo que trascienda, y que lo más diminuto en apariencia se convierta en todo lo contrario y centralice la atención y la acción.

La naturaleza adquiere -desde toda la simbología aquí desplegada- ese fondo sobre el que se trazan los versos y se proyecta la esencia de un mundo luminoso a través de una mirada que, si bien apunta hacia lo frágil como recurso que esconde un instante de belleza, también nos deja otros momentos en que afila el verso y muestra otra rotundidad, otra ironía, como por ejemplo en el Poema del dedo índice.

Lo frágil transmite vitalidad. Justo en esa «grieta» se halla la fuerza de la imagen, el asidero sobre el que sustentar ese pretendido chispazo que el autor busca y nos muestra, en el que predomina deslumbrar más que contar, hacer mella desde ese resplandor.

Una opción distinta la de Bernier con este libro, tomando riesgos porque, aunque la escritura en si ya lo lleva implícito, las distancias cortas elevan ese factor. Un acicate más para asomarse a esta letra en la que el autor nos dibuja una nube propia, una invitación a la lentitud en la mirada y en el goce.

‘Nube y pájaro’. Autor: Juan Antonio Bernier. Editorial:

Pre-Textos. Valencia, 2017