La trayectoria de este autor granadino, Angel Olgoso, viene contrastada con toda una serie de títulos y cuentos en el terreno de lo fantástico que merecen la atención de crítica y lectores. Cultivador exquisito de este género, Olgoso cuenta en su haber con libros que son todo un referente en este país (Los demonios del lugar, Los líquenes del sueño, La máquina de languidecer , etc).

Su último trabajo, en la editorial Menoscuarto, nos trae una serie de cuentos en los que, una vez más, es capaz de crear --como muy pocos-- sucesivos mundos en los que el entorno y la situación propuesta suelen determinar, en no pocas ocasiones, ese carácter fantástico, antes comentando. Hay un aspecto común en la mayoría de estos cuentos que conviene no perder de vista. Esa especie de rodeo que la voz parece dar --que no es tal si se entiende como algo fructífero-- para acercarnos al nudo y a la resolución del cuento. Esa zona intermedia en la que muchos naufragan, perdiéndose en generar detalles o ramificaciones que no hacen sino espesar el desarrollo, este escritor es capaz de llenarla de contenido, de descripciones, adjetivaciones y otros detalles que ayudan a mantener su relevancia dentro de la historia.

El efecto rápido de un final sorpresivo, al que se llega de manera casi inmediata, no es el caso que nos ocupa. Olgoso mide los tiempos, y conoce cómo debe dotarlos de contenido para que la historia no decaiga. En este volumen combina cuentos de largo recorrido, de medio, con otros más concisos. La prosa de este autor ha consolidado su propio sello, y es característica y reconocible, con un grado de versatilidad y riqueza, que en ocasiones flirtea, en las imágenes, con lo poético, sabiendo colocar con precisión cada sustantivo, cada adjetivo, cada frase en su recorrido exacto.

Esa "realidad" que el autor crea o genera está dotada de un extrañamiento singular, perturbador por momentos --pienso en H.P. Lovecraf, por ejemplo--, no tardando en dejar al descubierto una belleza insólita, que tras ciertos avatares puede resultarnos familiar.

No es una escritura de moda, por tanto, representa una opción arriesgada. La sensación de que hay movimiento en cada pieza, que ello genera, una particular dialéctica con el lector, se ve realzado por esas tramas que el autor, como un cirujano cualificado, disecciona y abre para que podamos respirarlas en toda su dimensión. No negaré que Angel Olgoso precisa de lectores inteligentes, entregados a la causa del cuento, de dejarse envolver por la sutileza de otros mundos que son posibles en estas páginas, pero se verán recompensados. De la coherencia, del perfecto engarzamiento de cada una de las piezas, queda sobrada muestra en este nuevo trabajo, pero también una certeza: Olgoso no solo sabe construir historias, sino que el lenguaje aparece como elemento liberador, enriquecedor, con capacidad de proyectarse, y cuyo resultado son estos frutos, estas piezas que nos reconcilian con el cuento en su lado más fantástico.

'Las frutas de la Luna'. Autor: Angel Olgoso. Edita: Menoscuarto. Palencia, 2013