La publicación de Poetas del ‘60, de Francisco Morales Lomas y Alberto Torés García, editado por El Toro Celeste y la Fundación Unicaja, me permite volver a tratar un tema sobre el que he publicado varios artículos en este diario y en las actas de un congreso de poesía celebrado en Córdoba en el que me divertí mucho; así como en el estudio preliminar de la antología que los profesores De Diego, Ruiz Noguera y el que esto escribe publicamos en Canadá y que se cita, gracias, en la página cuarenta y uno. Se trata de la periodización de los géneros literarios en general y de la poesía en particular. En nuestra crítica se ha establecido como metodología el principio generacional para delimitar periodos. La bibliografía sobre el concepto es amplísima y hasta enconada en algunos casos.

No hay duda de que existen las generaciones cronológicas; lo que implica unas influencias comunes de contexto que cada uno administra como estima oportuno. Las generaciones literarias no son cronológicas. Si las queremos establecer hay que hacer tipologías por temas. Así habrá poetas del tiempo, sociales, del amor, de la muerte, de la naturaleza, culturalistas, del dolor, etc. Son muchas las unidades temáticas dominantes porque tampoco existe uniformidad dentro de un autor ya que este evoluciona, cambia en muchas ocasiones y de ahí la necesidad de establecer etapas. Frente a lo uniforme, lo mutable. La esencia de la creación es estar en el filo de la navaja, explorar en los arcanos del lenguaje, arriesgarse en la amplificación o en la síntesis. ¿Qué decir de los temas?

Se paga un alto precio cuando se prefiere encontrar el camino de cada uno y no entrar en montajes editoriales, en grupos artificiales, en tendencias dominantes creadas ex profeso con el claro objetivo de llegar y permanecer en el machito. Buenos dividendos producen estas estrategias. No se puede aplicar a estos poetas. Este libro es un texto necesario, un libro de recuperación. El subtítulo es muy significativo: Una promoción entre paréntesis. Estos autores han ganado premios, son respetados y admirados pero merecían este volumen de estudio y antología para tener perspectiva global, para que estén agavillados, para que se analice su independencia creadora.

A varios de los aquí reunidos conocí y me honré con su amistad. Especialmente Rafael Pérez Estrada, al que dediqué el estudio y antología publicada en la colección Ciudad del Paraíso. También he escrito sobre diferentes aspectos de la obra de seis de la nómina que los autores, con cuya amistad me honro, presentan. La obra es de mucha utilidad y provechosa lección como se afirmaba en el XVIII y los autores participan de la doble condición de investigadores y de creadores. La estructura es muy didáctica. Un primer capítulo se dedica a situar a estos autores en la lírica de la segunda mitad del siglo pasado. Una buena síntesis de las nóminas y de los movimientos, de las generaciones y de las aportaciones de los críticos que, a veces, actuamos como entomólogos.

No eluden los autores temas espinosos como la distinción entre Generación y Promoción y, por supuesto, la nómina de autores. Coincido en llamarla Promoción y, con todas las salvedades, que se señalan, con los poetas incluidos: Francisca Aguirre, Carlos Álvarez, Rafael Ballesteros, Joaquín Benito de Lucas, Ángel García López, Félix Grande, Antonio Hernández, Jesús Hilario Tundidor, Diego Jesús Jiménez, Rafael Pérez Estrada, Manuel Ríos Ruiz, Rafael Soto Vergés, José Miguel Ullán y Manuel Vázquez Montalbán.

Está claro que estos autores no pertenecen a la línea de la poesía social que no tenía el lenguaje en el centro de su preocupación. El que el lenguaje sea explorado de muy diversas maneras no significa que las preocupaciones de las personas no estén presentes; de ahí el epígrafe del «romanticismo cívico». Se analizan aportaciones de Manuel Rico, Pilar Palomo, Ángel García López. Se aportan las influencias en los autores y el concepto de poesía. A partir de aquí se estudia a cada poeta. Continúan las referencias biobibliográficas y una selección de textos. Se cierra el volumen con muy amplias referencias bibliográficas.

Lo he dicho y lo repito, un libro necesario. El mapa poético de la segunda mitad del siglo pasado ha evolucionado, bien que a trancas y barrancas, a una ampliación del paradigma, a una diversificación de la escritura, a una estupenda, al menos para mí, variedad de formas líricas; desde las experimentales a las de una tradición consolidada. En estos momentos la realidad, la dura realidad, se impone en muchos poetas como una respuesta a las acuciantes necesidades y este índice hay que estudiarlo con interés.