A lo largo de la vida de un autor aparece la libertad suficiente para elegir sus lecturas. Un escritor sin lecturas es como un mar sin peces. Pero también es preciso seleccionar y elegir el cuerpo de las mismas. Habitualmente me preguntan por esos autores a los que acudo de forma constante, y siempre indico los mismos nombres: Platón, San Juan, Hölderlin, Novalis, Rilke, Eliot, Leopardi, Juan Ramón Jiménez, Manuel Machado, Parra, Rosales, García Baena, María Victoria Atencia, Claudio Rodríguez, Angel González, Colinas... Debo añadir un nombre a mi lista. Desde hace años acudo a él todos los meses. Me apasiona su naturalidad, su pureza, la grandeza de sus versos y su palabra. Se trata de José Luis Piquero (Mieres, Asturias, 1967).

Ser natural en poesía es el objetivo de todo autor coherente. Aquellos que no son coherentes ni sabrán nunca que es la naturalidad ni conseguirán la meta. José Luis Piquero es autor, tan solo, de cuatro libros de poemas: Las ruinas (1989), El buen discípulo (1992), Monstruos perfectos (1997) y El fin de semana perdido (2009). A José Luis Piquero lo descubrí en la lectura, nadie me habló de él. Acudí a sus libros y volví a hacerlo. Estaba sorprendido de todo cuanto esa poesía me proporcionaba. Dejé de leerlo hace años pero el azar trajo a mis manos El fin de semana perdido y entonces recobré la esperanza en el verbo, en la palabra, en el poema.

De su última obra es este poema titulado Rimbaud : "Yo no quiero ser yo. La vida entera / la gasté en reinventarme, como un fénix doméstico. / Me fui sobreviviendo como pude. // Yo no sé quién soy yo. Tal vez la máscara / debajo de la cara. La pregunta. // Yo no pude ser yo. Y el minucioso / trabajo de vivir sin heroísmo se quedó para otros. / La verdad es la triste descripción del secreto. / No quise ser verdad. Quiero ser Nadie."