‘Poemas paradisíacos’. Autor: Vicente Aleixandre. Reedita: Fundación Málaga y Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga. Málaga, 2018.

En 1952 Vicente Aleixandre publicó Poemas paradisíacos en El Arroyo de los Ángeles (Málaga), antigua Imprenta Dardo, gracias al buen hacer del maestro Antonio Gutiérrez y de Bernabé Fernández-Canivell, que estaban al cuidado de la edición, una colección que entonces dirigía José Salas y Guirior.

Y sesenta y seis años después, en 2018, ha vuelto a ser reeditada en edición facsímil por la Fundación Málaga y la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga en una edición no venal de trescientos ejemplares, gracias al poeta José Infante, que poseía uno de esos raros ejemplares publicados entonces, y cuyo volumen dedicado ex profeso por Vicente Aleixandre ha sido editado con dedicatoria incluida: «Estos Poemas Paradisíacos o mejor malagueños, al poeta de Málaga y amigo mío, con un abrazo para Pepe Infante. Vicente Aleixandre, 1975».

Creo que ha sido una magnífica idea de José Infante y un acierto por parte de las instituciones señaladas el traer a la memoria la poesía de Vicente Aleixandre cuarenta años después del Nobel. Lo creímos así el que esto suscribe y la Asociación Colegial de Escritores de España (Andalucía), con Manuel Gahete y José Sarria, y la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos cuando organizamos y dirigimos un congreso de una semana de duración durante el pasado mes de diciembre de 2017 dedicado al genial escritor sevillano -para conmemorar aquel último premio Nobel de poesía a un poeta español- con la participación de escritores de primer nivel de nuestras letras; y fruto de ello fue la publicación de nuestro libro de ensayo La poesía de Vicente Aleixandre. Cuarenta años después del Nobel (Editorial Marcial Pons, 2017), que coordiné con la profesora de la universidad de Granada, Remedios Sánchez García, y en la que participaron diecinueve relevantes escritores y profesores de universidades españolas.

La edición de Poemas paradisíacos va precedida de unas palabras de los presidentes de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, José Manuel Cabra de Luna, y del presidente de la Fundación Málaga, Juan Cobalea Ruiz; a estas sigue una «Nota a la edición» de José Infante, con el título «El libro más malagueño de Vicente Aleixandre», donde realiza en ocho páginas una visión sobre la conexión de Vicente Aleixandre con Málaga, su infancia en la ciudad del paraíso y las contadas ocasiones en que volvió, pero también nos habla del origen de esta obra, que consta de veintiún poemas (de los cincuenta y dos que forman Sombra del paraíso) distribuidos en tres partes y en cuya tercera aparece el conocido y emblemático poema «Ciudad del Paraíso», dedicado a Málaga, la ciudad donde Vicente Aleixandre pasó su infancia y en donde tuvo como amigo de juegos a Emilio Prados, a quien va dedicado el libro. Toda esta singladura ha sido estudiada por la profesora de la Universidad de Málaga Jiménez Toré.

Fueron ciento setenta y cinco los ejemplares que se publicaron inicialmente en 1952 de este raro ejemplar -de los que Infante poseía el número 81-, por lo que se hacía necesaria esta edición facsímil. En la «Nota para una edición malagueña» de la obra firmado por Aleixandre nos advierte que es el libro que más debe a Málaga y sin cuya luz no hubiera existido. El río que aparece es el Guadalhorce de su niñez y el Mar del Paraíso es el Mar Mediterráneo, pero también existen poemas dedicados a los labriegos en «Hijos de los campos», o a la presencia de los elementos de la física presocrática: tierra, aire, agua y fuego con sucesivas variantes; y especifica Aleixandre: «Se han escogido casi siempre aquellos poemas donde predomina la visión que, en términos íntimos, yo me atrevería a llamar más próxima a la inspiración malagueña. Más cercanos, interiormente, a su luz, a su emanación o a su añoranza».

Es una lírica que destila emoción y luminosidad desde ese áureo poema «Criaturas de la aurora» con el que abre el libro y donde el nacimiento de la luz de la inocencia lo impregna todo a través de una abundante y rica descripción de matices visuales en los que el estremecimiento conforma esa hiperbólica luz con la que abre. Existe una humanización de la geografía y un aire mágico e intenso que trata de llevar a ese paisaje de su infancia, que llega en forma de río, de árboles, de exaltación de sonidos en continuas enumeraciones y acumulaciones de sentido que le hacen estallar al poeta: «el son divino».

El poeta puede dirigirse a las olas, al viento, al nacimiento del amor siendo la mirada el instrumento retórico que le permite deambular por sensaciones y enigmas, por imágenes surreales y símbolos creadores como el del tigre dormido o el yo poético que ancla su mirada en la humanidad del mundo y su gozo.

Una poesía para sentirse rescatado, «hombre al fin rescatado», dirá. Y en el que los contrastes y antítesis de esa luz alcanzarán definitivamente ese vuelo de altura de San Juan de la Cruz en «ciudad que en él volabas con tus alas abiertas».