Un gusano es suave y fosforescen- te, los duraznos terciopelo amarillo, dura y almendrada el alma del licor; de la manta de margaritas brotarán salmones y moscas como estrellas, del delantal de las mujeres pasteles y navajas.

La obra de Marosa di Giorgio no tiene fin, se lee continuamente y siempre es un delirio, un festín, una hipérbole. Uruguaya de padres italianos, Marosa puso su atención en los animales y los frutos, sobre objetos y colores, en alas y fragancias, ratones y magnolias, capullos, rendijas y caballos. Alumbró la relación con los animales, hoy sólo mascotas, y plasmó un mundo primitivo colmado de excesos, exacerbado por el gusto, el olfato, la relación y el tacto. Escribió lo erótico desoyendo toda literatura, mientras música, imágenes, carnalidad y derroche poblaban sus palabras, al encuentro de lo prohibido que es, según Georges Bataille, el dominio de lo sagrado.