El concepto de género, en la concepción del feminismo, es de cuño plenamente contemporáneo y surge a partir de la idea de que lo femenino y lo masculino responden a construcciones culturales que van más allá de la frontera entre los sexos de carácter puramente biológico. De cualquier forma, ni siquiera en el seno del movimiento feminista, vindicador por excelencia de la dominación paternalista impuesta por un orden aciago, se llega a conclusiones conciliadas: mientras el feminismo de la diferencia reclama la división en géneros de la humanidad y la entiende como un factor inmanente y no meramente cultural, el feminismo de la igualdad, de raíz ilustrada, aboga por la superación de los géneros en una comprensión unitaria de lo humano y, en consecuencia, en una sociedad no patriarcal de individuos. Si apostamos por esta última opción igualadora, la discusión debiera centrarse en un modelo histórico sistémico que ha excluido del orbe literario la presencia de la mujer. Han sido muy pocas las mujeres con luz propia en el panorama poético, lo que no significa que estas hayan callado por su «naturaleza inferior» o porque no hayan tenido «capacidad o importancia para poder pensar», como se ha pretendido demostrar a través de tantas centurias.

OLVIDADAS DURANTE SIGLOS

La historia de la literatura española se constituye como una interminable nómina de varones, donde esporádicamente aparecen nombres de mujer, a veces casi desconocidas como Marcia Belisarda, en el Siglo de Oro, o María Rosa Gálvez de Cabrera y María Gertrudis de Hore, en el frívolo y empobrecido panorama poético del siglo XVIII; o con cierto fulgor eclipsado en el caso de Santa Teresa de Jesús frente a un San Juan imponderable; o los resplandores fugaces de Gertrudis Gómez de Avellaneda y Carolina Coronado, superadas por la más reconocida de nuestras poetas, Rosalía de Castro, a la luz del dios sevillano Gustavo Adolfo Bécquer. A partir de los años sesenta del pasado siglo, el feminismo norteamericano, defensor de la diferencia, comienza a producir textos que vienen a defender la existencia de una cultura específicamente femenina. Despuntando con energía a partir del último cuarto del pasado siglo, la literatura femenina ha revelado su poderosa eclosión en este siglo XXI hasta el punto de que lo escrito por mujer podría considerarse un valor añadido que suscita tanto el interés literario como la atención extraliteraria. Son muchos los nombres de mujer que están marcando hitos relevantes en la poesía contemporánea y todos ellos vienen reforzados por una conciencia clara de autenticidad y convicción. No se trata de establecer una separación disgregadora entre literatura escrita por mujeres y hombres pero la naturaleza marca rasgos identificadores que subrayan manifiestas divergencias, estilísticas y temáticas, formales y de pensamiento. El discurso creado por una mujer para contar su historia es, por necesidad, diferente, centrado en la mujer y definido por la mujer. Es una inferencia acorde al peculiar sentido que tiene la mujer de su vinculación e interconexión con el mundo exterior. Sometidos a una radicalidad más o menos susceptible de revisión, los diferentes presupuestos feministas que cuestionan el paternalismo imperante crea diferentes planos de aceptación o repulsa aunque es evidente que todos ellos están marcados por una equitativa necesidad de ajustar la evidencia de un desequilibrado canon ajeno a toda argumentación razonable. El sistema paternalista de concesión de espacios y premios se ha roto desde que la mujer ocupa centros de influencia. No es que poder y creación vayan unidos, pero lo cierto es que sus dedos se alcanzan para conseguir que lo silenciado y lo oculto cobren voz e identidad.

FANÁTICO SILENCIAMIENTO

El poder, que demasiadas veces ordena más que la autoridad, determina quién sí o no ocupa el lugar de los elegidos. En ocasiones son meras coyunturas extrapoéticas las que dirimen el panorama literario, cuestiones endogámicas, filias y fobias tanto entre hombres como entre mujeres, pero lo verdaderamente alarmante es el fanático silenciamiento de una realidad visible, la creación con nombre de mujer, a la que, salvo en contadas excepciones, no se le ha permitido eclosionar. Ignoradas, recluidas o baldonadas con los apelativos más infames, todavía parte del imaginario colectivo sigue pensando que se trata de libertinas que se atreven a tener pensamiento propio. Recordemos a Safo, Leonor de Aquitania, Cecilia Bölh de Faber y tantas otras tachadas de perturbadas o inmorales por el solo hecho de atreverse a escribir.

Lo cierto es que lo perdido es irrecuperable y no tiene mucho sentido lamentarse de lo pasado. Lo que sí sería imperdonable es no reclamar ahora el reconocimiento de los valores acallados y la paridad en todos los terrenos que exige una sociedad libre y, sobre todo, justa. Somos conscientes de que no ha sido fácil y nos hallamos aún en la dolosa travesía del desierto que, por una parte, celebra el hecho feliz de ser lo que somos en igualdad de derechos y oportunidades y, por otra, sigue provocando recelos, rivalidades y fanatismos. Lo cierto es que la mujer ha puesto en evidencia un sistema inicuo que pertenece al pasado y esta lucidez nos conduce a un nuevo tiempo más equitativo y más digno. No se trata de subversión frente al dominio, sino el deseo alcanzable de un imaginario femenino que reclama su lugar contraviniendo el obsoleto canon donde la mujer era silenciada hasta lo invisible.

DESVARÍO HISTÓRICO

Este desvarío histórico es el que pretende corregir el seminario internacional Las voces silenciadas. Poesía Española contemporánea 1950-2015, organizado por la Asociación Colegial de Escritores de España, sección autónoma de Andalucía, y la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos, con el patrocinio del Ministerio de Cultura, la Junta de Andalucía, la Universidad de Córdoba, Cedro, el Real Círculo de la Amistad y la Diputación de Córdoba. En el acto inaugural intervenieron la delegada de cultura de la Diputación, Marisa Ruz; la decana de la Facultad de Ciencias de la Educación, María del Mar García; el presidente de la Asociación Colegial de Escritores de España, Manuel Rico; la directora de la Unidad de Igualdad de la Universidad de Córdoba, María Rosal, y los directores del seminario, Remedios Sánchez y Manuel Gahete.

Durante los días 29 y 30 de noviembre y 1 de diciembre, se celebraron en el salón del Artesonado de la Diputación conferencias, debates, mesas redondas y recitales poéticos, a fin de iluminar una realidad velada, reivindicando tantas voces silenciadas que aportan a la poesía española una mirada enriquecedora. Con un estricto y difícil criterio de selección (Paca Aguirre, Juana Castro, Ángeles Mora, Ana Roseti, Encarna León, Paloma Fernández Gomá, Trinidad Gan, Alicia Aza, Raquel Lanseros, Julieta Valero, Sara Búho), profesores y críticos cualificados (Noni Benegas, Manuel Francisco Reina, Francisco Morales Lomas, Remedios Sánchez, Raquel Lanseros, José Sarria y Manuel Gahete) han dado a conocer a las nuevas generaciones las voces olvidadas de las poetas españolas desde mediados del siglo veinte, departiendo sobre su papel fundamental para la acordada construcción de la poesía actual; análisis que quedan plasmados en el libro homónimo, publicado por una de las más importantes firmas editoriales de España, Tirant lo Blanc, donde participan más de treinta profesores y críticos de todo el mundo y se analizan las poéticas de algunas de las más relevantes poetas actuales: Julia Uceda, Dionisia García, María Victoria Atencia, Pilar Paz Pasamar, Mari Luz Escribano, Clara Janés, Juana Castro, Chantal Maillard, Ángeles Mora, Rosa Ana Roseti, Julia Otxoa, María Antonia Ortega, Ana Merino, María Rosal y Raquel Lanseros. En este proceso de revelación del canon femenino, no nos dejará indiferentes el caudal semántico de algunas poéticas, esa sucesión de palabras y miradas que responden al volcán irrefrenable de pasiones, deseos, lenguajes y misterios donde caben con el mismo temblor inusitado el orden de la luz y el reino de la sombra.