Una de las condiciones (es a la vez un don) que posee la poesía escrita con naturalidad -siendo fiel ante todo a la voz interior del que la escribe- es la de su resistencia al paso del tiempo. Veinte años hace que se publicó La tumba del arco iris , de Alejandro López Andrada, y ya nació este libro señalado con la concesión de ese premio especial que es el San Juan de la Cruz en tierras abulenses. Pero la actualidad del libro, tras el paso del tiempo, viene a reconfirmar lo que Antonio Machado reconocía como "palabra en el tiempo"; es decir, no sólo palabra del ayer (del año 1993) sino palabra de hoy (2013) y esperamos que palabra del mañana: palabra que no pasa, en definitiva.

No ha pasado el tiempo cuando releemos La tumba del arco iris , pues el mensaje posee ese carácter esencial, duradero, en el que el paso de los años no ha hecho mella. Sí es nueva esta edición por algunos detalles especiales, comenzando por las bellas ilustraciones que lo acompañan del gran Ginés Liébana. Este maestro figurativo del grupo Cántico enriquece ahora sus imágenes con un colorido y una complejidad especiales, que nos permiten como meditar los poemas de Alejandro en otra dirección, o con otro sentido. Perdura la fuerza del símbolo, sobre todo la del ángel, pero también otros, como el pájaro o el de ese camino que asciende tormentosamente por una serranía que suponemos gongorina. La sierra que tan bien conoce López Andrada por caminarla y vivirla.

También es novedad la pulcritud de esta edición de Trifaldi y los textos de Román Gubern y Raquel Lanseros --dos sensibilidades, dos estéticas-- que refuerzan cuanto aquí apuntamos: lo inusual de este libro por el que el tiempo no ha pasado, su intensa carga de emoción y pureza (en una línea andaluza, pero más juanramoniana que gongorina, cercana a la llaneza también de la escuela castellana), la claridad y la precisión de una estética en la que no sobran las palabras. Continúa así López Andrada esa tradición poética de su tierra que, viniendo de Juan Ramón y de Cántico, logra mantener la tensión del mensaje, la actualidad, a pesar de la engañosa fragilidad o sencillez del mismo. No es lo usual que lo natural sea lo profundo. Ni es fácil. Una buena parte de la poesía de nuestros días ha caído en el simplismo y en la prosa cortada en trozos, en la ausencia de imaginación, que nada tiene que ver con dicha naturalidad. Estamos, en consecuencia, ante un libro que nos reconcilia con la lectura de la poesía porque va dirigido directamente, sin añagazas, al ánimo del lector. Nos alegra también --a los que bebimos de la poesía andaluza en años decisivos-- que ésta siga manteniendo su vivacidad a través de esas dos corrientes que son (nos disculpamos por poner sólo dos ejemplos, podríamos poner otros) la juanramoniana (López Andrada) y la gongorina (José Luis Rey). A la vez, es gratificante encontrarse con estos mensajes al margen de grupos, tendencias e influencias, que se manifiestan simplemente por revelar la fidelidad de las voces fieles de sus protagonistas. La realidad humana es muy simple, pero no siempre el poeta revela esa simplicidad metamorfoseándola, enriqueciéndola, misión primera a mi entender del poema: transformar la realidad y no copiarla. La tumba del arco iris da pie para muchos otros comentarios, pero cerramos este nuestro diciendo que, sin más, en este libro nos encontramos con la poesía-poesía.

'La tumba del arco iris'. Autor: Alejandro López Andrada. Edita: Trifaldi. Madrid, 2013