Como si de nuevo estrenara el mundo y la poesía, Pablo García Baena subió al estrado del Instituto Cervantes, después de haber escuchado las ponencias de sus amigos José Infante, Guillermo Carnero, Luis Antonio de Villena y Joaquín Pérez Azaústre. Palabras de sabiduría y de vida con un punto ácido del humor cordobés y suyo que siempre cultivó. Al mediodía había entregado una caja cuidadosamente envuelta --no creas, es de Loewe, contó García de la Concha-- para abrir dentro de cincuenta años, dirigida especialmente a sus sobrinos nietos y sus veintisiete biznietos. Algunos amigos cordobeses y malagueños habían viajado para acompañarlo en su homenaje, despedida también del jurado del premio Loewe de poesía. Madrid y Ginés Liébana escucharon su poema inédito El verano , con el calor de un mayo que quiere alinearse a junio porque siempre "el verano será el tiempo de la dicha".