Cuando comienzo a ser feliz ni lo proclamo ni lo comparto. Traigo a la mente a los protagonistas de La insoportable levedad del ser de Milan Kundera y recuerdo que acabaron sus vidas en un accidente, justo después de proclamar su felicidad.

Me cuesta acabar las novelas, procuro intercalarlas con poesía para digerir mejor la literatura. En las últimas semanas he leído, en más de una ocasión, una que me llena. Me siento identificado, y no por la felicidad sino por la literatura. Se trata de la primera novela de Julio José Ordovás, El Anticuerpo (Anagrama, 2014). En la dedicatoria que escribió el autor ya aportaba algunas pistas, pero en el desarrollo del escrito se completa la maestría del argumento y el camino que su autor nos propone para conocer otra vida real que comparte con nosotros la existencia y que a veces dejamos a un lado.

El anticuerpo es un derroche de literatura, poesía llevada a la narrativa, descripciones líricas y situaciones sobrehumanas. El autor nos traslada a la España de los ochenta en la mente de su protagonista, un "ser especial" que consigue lo que desea o lo que realmente desea el lector. Si hay que destacar algo, que es mucho, me quedo con las descripciones y los ambientes. Ordovás vive cada personaje en primera persona, y cada lugar que aparece en la narración se nos hace nuestro. Todos somos náufragos de nuestra existencia, todos somos rebeldes, todos somos "anticuerpo". La vida desde los tejados se observa de otra manera bien distinta.

La realidad supera a veces la ficción. En la mayoría de los casos. ¿Feliz o infeliz? Dejo la pregunta en el aire. Lean a Ordovás, él sí que sabe plasmarlo en esta, su primera novela. Vendrán más, no me cabe la menor duda. La literatura existe aunque no la hayas buscado.