‘La dulzura’. Autor: Daniel Múgica. XXXIII Premio Jaén de Novela. Editorial: Almuzara. Córdoba, 2017.

Daniel Múgica (San Sebastián, 1967), sin duda alguna, el mejor escritor de su generación, publicó En los hilos del títere (1988) la opera prima de un joven urbano, una aproximación a la maldad, que grupos de jóvenes generan al ritmo marcado por sus propias derrotas en una ciudad depredadora. Seguiría Uno se vuelve loco (1989), la muerte repentina de una misteriosa chica llamada Gloria, y luego La mujer que faltaba (1993), La ciudad de abajo (1996), El poder de la sombra (1988), Corazón negro (1988), Malasaña (2000) y Bienvenido a la tormenta (2014).

La dulzura (2017), Premio Jaén de Novela, cuenta cómo la joven Gadea desaparece un 11 de marzo, en la estación madrileña de Atocha, cuando varios trenes estallan. Sus hermanas la buscan, también Judá, un escritor frustrado, y enamorado de ella. Pero pasan las horas, y los días sin noticias de Gadea.

Durante esa angustiosa búsqueda, los diversos personajes rememoran el tiempo pasado junto a ella, cómo influyó en sus vidas, y las circunstancias de su internamiento en varios centros psiquiátricos, y así Múgica nos entrega un ejercicio de intimismo, y La dulzura ofrece una historia que no deja de interesar al lector, construida con notable pericia formal, alterna pasado y presente, no defrauda y resulta, en muchas de sus páginas, de una extremada bondad donde leemos una historia de amor, pese a episodios que confirman los peores sentimientos de la especie humana.

Múgica ha sido capaz de elaborar un catálogo de la naturaleza humana, y como es habitual en su narrativa enfrenta, con marcada violencia, el bien y el mal. Y puesto que, en numerosas ocasiones, teoriza sobre esos dos mundos mentales, su visión apela al concepto tanto de lo angelical como de lo demoníaco, aunque sobre tantos desajustes se impone el mensaje positivo de una Gadea, inocente y entrañable, inmersa en ese poder redentor del amor y de la cualidad que expresa su propio título: la dulzura.

A medida que avanzamos en la lectura, asistimos al hecho de la mañana de aquel fatídico 11 de marzo cuando Gadea sale del sanatorio mental próximo para encontrarse con Judá, y será entonces cuando su familia la incluye en el escenario de los atentados.

Sus familiares emprenderán una desesperante localización, y como no figura entre las víctimas, a lo largo de la historia les cabe la esperanza de que utilizara el autobús o tomara un taxi. Transcurridos varios meses, solo al final de la novela se desvela el misterio.

La fatídica fecha dará lugar a un retrato general del entorno familiar y sentimental de Gadea que, como un puzle, Múgica estructura narrado en primera persona: el novio Judá, los padres, las hermanas Estela y Malena, una sobrina, una pareja anterior y una compañera de sanatorio.

Y para organizar el texto, el conjunto se divide en dos bloques psicológicos: la gente con trastornos mentales y variadas enfermedades del alma: Gadea, la madre depresiva, el cuñado suicida, el padre de una acuciada ferocidad; y esos otros personajes equilibrados, con un fondo de bondad aunque sufren y dudan de casi todo: la sobrina, las hermanas, un psiquiatra integro, o Judá, alrededor del cual gira la historia, la más bella historia de amor que alguien pueda imaginar.