¿Puede a estas alturas escandalizar un libro? ¿Puede recordarnos pleitos del pasado como el que sufrió Flaubert por su Bovary? Nos parece algo que está tan lejos, que solo puede ser un episodio de la historia literaria, casi una anécdota. Llevamos muchos años aceptando que las obras de arte son autónomas, crean su propia realidad y que, por tanto, los conceptos de moralidad o de inmoralidad no les afectan, están fuera de ese universo. Tienen calidad o no la tienen. Todo lo anterior está muy bien en la teoría, otra cosa es la realidad; por lo menos para millones de personas. Es difícil separar los juicios morales, los que van unidos a las costumbres, a la religión, a la visión del mundo, de cualquier producto cultural, asumiendo el riesgo de la palabra, en este caso de la primera novela de Alissa Nutting, Las lecciones peligrosas , publicada por Anagrama.

La sociedad norteamericana sigue teniendo una carga importante de puritanismo. Algún lector dudará, está en su derecho, pero quizás piensa en Nueva York, en San Francisco o en Cayo Hueso. No me refiero a estos lugares donde las costumbres y la libertad que las acompaña son evidentes. Hablo de la verdadera nación--continente, de esos pueblos pequeños donde todo el mundo se conoce, donde siempre hay algún visillo levantado para espiar lo que pasa. Son pueblos de una calle, de un cine, de una gasolinera al principio y al final de esa calle, de un monumento al soldado caído en la Primera Guerra Mundial, llamativos por el número de iglesias de todas las confesiones, con sus fuerzas vivas que llevan muertas mucho tiempo.

"La noche anterior a mi primer día de trabajo como profesora no pegué ojo. Inmóvil en mi lado de la cama, me sumí en una excitada espiral de callada meditación". Estas son las primeras palabras del texto. Poco después conocemos la razón de su excitación y del desprecio y asco que le causa su marido, Ford, rico, policía y muy guapo, tanto como ella, el sueño de belleza de una pareja. Celeste, la joven profesora afirmará: "Me lleva muy pocos años, puesto que yo tengo veintiséis y el treinta y uno. Pero supera en más o menos diecisiete años la edad que acapara todo mi interés sexual".

La narración en primera persona, como es el caso, cuando es efectiva tiene una enorme eficacia. Con este libro sucede algo que todo autor desea. Lo empiezas y te atrapa. El lector es un adolescente que va a ser inmolado en el altar del placer, que va a ser seducido y va a entregar su vitalidad sin tasa a una joven bellísima e implacable. Celeste nos lo cuenta todo, nos va desvelando su interior. El único motivo de su vida es el sexo y la comodidad por eso no se divorcia de Ford, por su dinero, mejor dicho, el de su familia. Se siente la tentación de hacer un paralelismo con Lolita pero no, esta novela es más directa, menos romántica, aquí no hay amor convencional.

El amor de los adolescentes era el ideal y para Celeste es así lo que sucede, es que su amor es puramente orgánico, material, su amor es un orgasmo infinito mientras siente las embestidas de Jack, después de Boyd y más tarde de su mente. Vivir para joder, ni más ni menos.

La sociedad castiga esta clase de amor con la cárcel, con la expulsión del grupo, con la marginación, por todo eso Celeste tiene que maniobrar, tiene que planear cómo acercarse y cómo cazar a sus piezas. Lo tiene todo: elegancia, capacidad de seducción, decisión. Un roce, una mirada, un botón desabrochado de la camisa y la rugiente marabunta de estudiantes inicia el baile de las hormonas en el ambiente del aula.

Un predador es quien caza animales de otras especies para alimentarse. Celeste caza cachorros de su especie. Los usa y los tira cuando empiezan a hacerse hombres. Las víctimas deben ser aniñadas, sin desarrollo muscular, más bien tímidos, aparentemente indefensos.

Un aspecto notable de la novela es el uso del tiempo narrativo, la manera de presentar los mecanismos mentales, las maniobras de la cazadora, el miedo a ser descubierta, el aliciente del riego que obliga a pagar tributos desagradables como el que reclama Buck.

Dos acciones dramáticas son ejes de la progresión. Celeste lo pasa muy mal pero nada la alejará de su pasión absoluta. Agil, fuerte, directa. Perdone el lector la broma pero ¡quién fuera alumno de Celeste!