Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 1936) representa la simbiosis perfecta entre el periodismo y la literatura. Infinidad de artículos lo avalan. De hecho, asegura que su forma de expresarse más directamente ha sido a través del papel del periódico. Ha desarrollado prácticamente todos los géneros literarios y algunas de sus novelas, como Tranvía a la Malvarrosa y Son de Mar , han sido llevadas al cine. Asegura que, mientras el ser humano necesite soñar, la literatura seguirá funcionando y cree que el escritor, para luchar contra los nuevos medios audiovisuales, lo único que tiene que hacer es escribir lo mejor posible. Como él, que acaba de publicar este año una nueva novela, El azar de la mujer rubia , en la que aborda uno de sus temas preferidos, la Transición española, a través de una pátina de ironía, ese bien tan escaso en nuestras letras. Esta noche hará un elogio de la lectura en la conferencia inaugural de la Feria del Libro de Córdoba.

--Le confieso que a principios de los años ochenta, cuando estudiaba en Madrid, usted era un mito para los estudiantes de periodismo, representaba la simbiosis perfecta entre el periodismo y la literatura...

--Bueno, qué quieres que te diga. Mi fórmula, por decirlo de algún modo, ha sido que me dejaran hacer literatura en el periódico, aprovechar un nuevo soporte para hacer literatura, para poder meter adjetivos a mi saber y entender. Bueno, yo casi todo lo que he escrito lo he hecho en los periódicos. He escrito libros, por supuesto, pero siempre mi forma de expresarme más directamente ha sido a través del periódico, del papel del periódico, no del periodismo propiamente dicho.

--¿En cuál de los dos ámbitos se siente usted más a gusto? ¿Le resulta difícil combinarlos?

--No, es que yo, a la hora de escribir, me daría igual una piel de cabra, una tableta de barro, un palimpsesto, un códice de vitela o la puerta de un váter público de una estación de ferrocarril. A mí el soporte no me importa nada, lo que me importa es que lo que yo escriba necesite escribirlo como una materia de mis propios sueños.

--Vivimos tiempos convulsos. La crisis, los nuevos formatos electrónicos. ¿Cómo ve usted el futuro del periodismo y la literatura?

--Mientras el ser humano necesite sueños para olvidarse de que existe, mientras crea que su felicidad está en meterse en la vida de los demás, en cambiar de yo, en expresar un mundo propio, todo eso, la literatura seguirá funcionando. Yo creo que eso es un instinto del ser humano que no va a desaparecer.

--¿Nos puede adelantar algo sobre su conferencia inaugural de esta noche, Elogio de la lectura ?

--Como expresa el título, yo pienso hacer un elogio de la lectura como una de las formas más baratas que se tienen de volar o de navegar. Ahora, a meterse en Internet, en el mundo digital, se le llama navegar. Es una palabra hermosa: navegar. Pero en el libro, más que navegar, se vuela. Con el libro puedes subir al universo entero, también bajar a la profundidad de los mares, vivir aventuras, soñar... porque lo mejor del libro, lo mejor de los libros, también de las tabletas, está en los espacios que hay entre las líneas, en el interlineado, esos espacios en blanco son el silencio que te permite volar o navegar.

--¿Qué puede hacer el escritor ante la competencia de los nuevos medios audiovisuales?

--Escribir. El trabajo de un escritor, como otro oficio cualquiera, consiste en escribir y hacerlo lo mejor posible, como un albañil tiene que hacer un tabique perfecto o como un carpintero tiene que hacer una silla perfecta.

--Además de pregonar la feria, usted también tiene libro este año, El azar de la mujer rubia , un libro que, supongo, firmará encantado a los lectores que se le acerquen. Su nueva novela es una sátira sobre la Transición española, una época magnífica para fabular. ¿Fue la Transición tan brillante como nos la pintan?

--Bueno, ahora está casi de moda zaherir la Transición, pero, aunque no fue perfecta, por supuesto, en aquel momento los políticos que accedieron al Parlamento, vinieran de donde vinieran, bien del fondo del franquismo, de la clandestinidad o de la oposición, casi se concitaron en dar de sí lo mejor, lo más positivo para sacar la carreta del charco, lo contrario de lo que está pasando hoy, que cada político parece que saca lo más negativo de su persona para insultarse mutuamente. Ahora, en aquel momento, se hicieron las cosas bien y mal, porque también aquello fue un equilibrio entre dos miedos, entre el miedo de la derecha a la izquierda y de la izquierda a la derecha, pero en el fondo fue un equilibrio positivo.

--¿Por qué la ironía es un bien tan escaso en nuestras letras?

--Porque hay gente que no tiene percepción para la ironía como hay gente que no tiene oído musical. Vamos, la ironía consiste en decir una cosa, expresar una cosa, queriendo decir la contraria, y, claro, eso es una sutileza que mucha gente no la percibe y mucha gente no es capaz de realizarla. Es un estilo muy sutil que hay que saberlo manejar. La ironía funciona de palabra, pero la ironía viene acompañada de una sonrisa, de un tono de voz, en fin, no es solamente lo que dices, sino que es la forma de decirlo, la forma de expresarlo. Es realmente un instrumento muy sutil y muy difícil de manejar.

--De todas formas, cada vez prolifera más la escritura simple, lineal, falta de estilo.

--Bueno, es que el estilo perfecto es la simplicidad, la naturalidad, la economía de medios. A medida que uno se experimenta en este oficio tiende más a la sencillez. La sencillez es fruto de una conquista y es el supremo estilo. Ahora, una cosa es la sencillez y otra algo que esté mal escrito.

--¿Cuál debe ser, a su juicio, el papel de la literatura?

--Pues, como decía Shakespeare, contar esta historia de locos, de ruido y de furia... contada por un loco, y nada más.

--¿Cómo ve el nivel de la literatura en nuestro país?

--Ni bien ni mal, veo que hay cosas muy buenas y cosas muy malas, pero yo tampoco voy a juzgar ahora el nivel. Ahora mismo hay que dejar pasar unos años para que se vea el perfil de la historia.