Pablo García Baena vive hoy más que ayer. Así lo creía el escritor cuando vivía: «La poesía, con el tiempo, en lugar de envejecer, se va haciendo más joven. Se va depurando, se va haciendo más sencilla, más desnuda. Aunque es la misma, al fin y al cabo. Las preocupaciones y los temas son los mismos. Tal vez la voz es más auténtica». Siempre sospechamos que la sutileza poética de la lírica del cordobés no solo sería ajena al paso del tiempo sino que cada vez se eterniza en él y se va haciendo tan necesaria como perpetua. Pablo sabía que la poesía, contra el tópico al uso, no es un canto a la hermosura, que también, sino que se hace carne verbal para «embellecer» con su poder de seducción tanto el desengaño de amor, el olvido, la desesperanza, la muerte o el propio amor... La palabra poética es la esencialidad de la vida porque es a través de ésta que la percibimos, a través de sus imágenes poderosas, a través de una simbología connotativa que nos permite adentrarnos por una dimensión de la realidad mucho más verdadera y exigente.

Los pocos consistentes, cuando querían lastimar a Pablo, decían que era un poeta preciosista. Pero Pablo García Baena, lejos de esa prolijidad o refinamiento que puede oler a huero, es un poeta de la palabra precisa -aunque sea una palabra en desuso-, de la imagen reveladora, de las asociaciones mentales capaces de enriquecer la existencia pero sin caer en la pedrería insulsa o en el gesto poético irrelevante. La precisión define el sentido último de la palabra poética de García Baena, pero también su capacidad de sugerencia, su cabida para recuperar el misterio de la existencia tanto como el de la música, que subyace en cada palabra medida, tensada, engalanada. Decía Pablo: «A mí me han dicho siempre que soy un poeta barroco, pero valoro mucho esa sencillez de la palabra justa y bien dicha». No caben más puntualidades a esta reflexión que nace de un convencimiento y una praxis permanente.

Otro elemento fundamental es la renovación. Él estaba continuamente rejuveneciendo y experimentando el lenguaje creador, porque la realidad también cambia. Y junto a esa sensibilidad que nace y renace una y otra vez, aquella es igual pero también distinta. Siempre habrá un nuevo sentimiento poético, que no una sensibilidad diferenciada, como decía Machado, que permite adentrarnos en una nueva época. García Baena era un escritor que en la sutileza de las formas palpitaba sobre lo primitivo del lenguaje (el mundo) y, al unísono, un príncipe intuitivo y lúcido en la transverberación de la vibración interior, siempre afectada por el rosario del ímpetu y sus correlatos de entusiasmo humano. No es la quietud la argamasa de su demonio interior, sino un permanente estado de sacudida. Desde aquel Junio [de 1957] con el paganismo y el triunfo de la carne, Óleo, como cuaresma y arrepentimiento donde los sentidos se afanaban por salir a la luz, hasta sus Los Campos Elíseos (2006) -que fue Premio Andalucía de la Crítica en 2007- o Rama infiel (2008), la poesía de Pablo García Baena se sostuvo sobre dos columnas que organizan su mundo expresivo: la palabra y la emoción interior. La palabra, esa condición del lenguaje y de la vida tan denostada en la lírica actual; y la emoción interior..., el convenio, la salvedad, el fundamento, la razón de ser del poema.

En su poesía hay también un sentimiento de cultura que permite adentrarse por la vida con otras alforjas donde la creación artística es un correlato del propio existir, que mucho tiene que ver con el juego de temporalidades donde el ser subyace como raíz de escritura, como añoranza, como espacio para la reflexión. En García Baena la palabra pierde su dispositio de instrumento para convertirse en materia de su lírica.

La falta de aclimatación a las tendencias prosaicas y sistemáticamente «averbales», que llevaron a la lírica española a una charlatanería autocomplaciente y singularmente reiterativa por su tosquedad, permitió a García Baena un alejamiento de la lírica al uso y la construcción de un castillo interior de recogimiento hasta que acudieron en su rescate escritores de los sesenta y setenta (los poetas del lenguaje y algunos novísimos) para ennoblecer su aportación a la lírica española del siglo XX.

La lírica de García Baena proyecta una áurea fortaleza vital en el ámbito lingüístico por su magnificencia verbal y amplitud metafórica, y en la conformación de un mundo interior tupido, trabado, promiscuo, que conforma una de las más brillantes trayectorias líricas de los últimos tiempos. Y con motivo ya no de su fallecimiento sino desde el año pasado, que lo aprobamos en junta directiva, la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos hemos querido reunir una serie de estudios de profesores de universidad, escritores y críticos que nos ofrecerán en breve una visión al día de la gran poesía del escritor cordobés de todos los tiempos.