El cuento corto, o muy corto, ha tenido últimamente múltiples acepciones: relato cuántico, hiperbreve, microrrelato... Y entre los escogidos a cultivarlo están Juan José Millas, sin lugar a dudas un maestro del relato breve, o Andrés Neuman, poeta, novelista, autor de relatos y sobre todo "contador de historias", o los "relatos cuánticos", de Juan Pedro Aparicio, en los que cobra más dimensión "lo que no está que lo que está, aunque todo esté". Y, por supuesto, no podía faltar Angel Olgoso, para muchos el maestro. Conozco a Angel Olgoso desde que en 1998 se alzara con el Premio Caja España de libros de cuentos con Cuentos de otro mundo , un volumen de relatos sorprendente dentro del panorama literario de la época que ya anticipaba que nos encontrábamos ante un autor de raza, diferente, que bebía de Poe, Kafka y Conan Doyle, de los patafísicos franceses y, cómo no, de los geniales Borges y Cortázar. Ya entonces, cuando el relato hiperbreve, minificción o relato cuántico como ahora algunos escritores pretenden rebautizarlo, no estaba de moda (vamos aceptar que hoy en día es una moda que lentamente se ha convertido en género independiente), Angel Olgoso presentaba lo que podría haber sido el relato más corto de la literatura universal con permiso de Augusto Monterroso, o la novela más corta, que tanto monta, monta tanto. Me refiero al cuento Cuando el obispo de Fano, sifilítico, sodomizó al hijo del Papa , que decía: "Eran otros tiempos. ¿Eran otros tiempos?". Un ejemplo de concisión que aún hoy en día parece difícil de superar. Por eso es justo agradecer la reedicion de un libro de culto descatalogado, Cuentos de otro mundo , de un autor abocado a la brevedad: por carácter, por afición, por convicción y también por una elemental cortesía hacia el lector, que cultiva la literatura como deberían hacer muchas vacas sagradas: con pasión, con amor, con respeto. Con la tranquilidad que da una sosegada lectura después de casi treinta años de pasión por las leyendas Artúricas, Siruela reedita en un solo volumen los dos libros que componen el cantar Le morte d'Arthur, La muerte de Arturo , inencontrable desde hacía varios años salvo en las librerías de viejo y anteriormente editados por separado. La ventaja de reunirlos es, por una parte, el disfrutar en su totalidad de la obra de Sir Thomas Mallory, y por otra del epílogo añadido para la ocasión por Luis Alberto de Cuenca, reputado seguidor de la saga y verdadero conocedor de la misma. El resto es igual a lo conocido: la traducción de Francisco Torres Oliver, brillante, y el prólogo de Carlos Garcia Gual, generoso y hasta clarificador para los profanos. Pero, ¿qué tiene la saga Artúrica que tanto atrae año tras año? El mito, la leyenda, el Mago Merlín, la búsqueda del Santo Grial, un universo que algunos llegan a emparentar con otros como el de Tolkien... Pero, sobre todo, como dice Garcia Gual en el prólogo, es un libro "otoñal, nostálgico y una de las primeras novelas modernas", inspiradora de comics, películas, ensayos mitológicos... Y es que Arturo de Pendragón "vende". Y al igual que Don Quijote, casi seiscientos años después, continúa siendo todo un best seller.