Juan Eduardo Cirlot (Barcelona 1916-1973) pasará a la historia como un genio. Gran crítico de arte, de mente lúcida y casi sobrenatural, y un poeta extraordinario, diferente, ajeno a todo lo conocido y casi lo desconocido.

Antonio Rivero Taravillo ha publicado hace unas semanas la biografía de Cirlot. Un libro que ha obtenido el premio de biografías Antonio Domínguez Ortiz. Cirlot. Ser o no ser de un poeta único (Fundación Lara, Sevilla, 2016) pasa a ser una obra imprescindible. Nos acerca a un autor heterodoxo y de culto.

Cirlot fue un poeta enigmático y visionario. Jugaba con el lenguaje de forma majestuosa, con un respeto único, pero a la vez introduciendo novedades en el estilo.

Juan Eduardo Cirlot fue un poeta iniciático, uno de los padres de la simbología literaria, maestro y manifestación de los ismos en nuestras letras.

Su grandeza radica en que cada vez que lo leemos descubrimos muchas más luces que la última vez. Y esto solo ocurre con los grandes.

La obra de Antonio Rivero Taravillo hace un recorrido exhaustivo por la vida y la obra del poeta catalán, con un lenguaje preciso y una división casi perfecta en capítulos indispensables.

Aquellos que leímos y leemos a Cirlot agradecemos mucho este libro, tan necesario como imprescindible.

El libro de Rivero Taravillo hace justicia con un poeta maldito, aunque siempre que escucho este comentario indico «Bendito maldito».

Reproducimos el epitafio de Cirlot, escrito en 1972, y para mí nada decepcionante:

«Yace lleno de sombra quien fue luz / pasada la ribera del horror. / Acaso está en el reino del amor / donde otra claridad no es otra luz.”

Hemos disfrutado mucho con la lectura de esta biografía que pretende dar a conocer a un poeta necesario y oculto, pero que cada día está más presente.