José María Merino (La Coruña, 1941) es uno de los mejores escritores españoles actuales. Autor exigente, prolífico y polifacético, ha obtenido, entre otros, el Premio Nacional de Literatura y el Premio Nacional de la Crítica. Entre sus obras se encuentran las novelas La orilla oscura (1985), El heredero (2003), La sima (2009) y Musa Décima (2016) y los volúmenes de cuentos El viajero perdido (1990), Cuentos del barrio del Refugio (1994), Cuentos de los días raros (2004) y Las puertas de lo posible (2008). Es miembro de la Real Academia Española. Aventuras e invenciones del profesor Souto (publicado por Páginas de Espuma) agrupa textos de diversa extensión (sobre todo cuentos y minicuentos, algunos inéditos hasta hora), género y temática.

El protagonista de esos textos está presente en la obra de Merino desde hace treinta años. Se trata de un «investigador fervoroso de variantes de fonemas y hasta se pudiera decir que maniático de los signos», en palabras del propio personaje. Sobre Eduardo Souto, Ángeles Encinar, responsable de la edición del libro, explica en la introducción: «Él simboliza mejor que nadie el tema de la pérdida de identidad, recurrente y esencial en la obra de José María Merino, y mediante su figura, con un discurso innovador, se ha reflexionado sobre el doble, la enajenación del individuo, la sorprendente realidad, la ficción y la metaliteratura, entre otros motivos».

-Eduardo Souto protagoniza diversos episodios delirantes, pero también es sagaz. Tiene raíces quijotescas.

-Pues me encanta que se vean esas raíces... Don Quijote pretende descifrar la realidad en la que vive desde las claves de la andante caballería, y Souto ve en todo lo que le rodea un lenguaje secreto, lleno de signos, y busca el modo de encontrar el código para desentrañarlo. En ese sentido, qué duda cabe de que el magisterio cervantino ha sido fundamental...

-El profesor Souto afirma en cierta ocasión: «… necesitamos la ficción para descifrar y comprender eso que llamamos realidad».

-Eso también lo pienso yo. La ficción es uno de los primeros fundamentos de lo que llamamos el «pensamiento simbólico», y desde que somos la especie que somos nos ha resultado imprescindible para intentar entender la realidad, que de por sí es aleatoria y confusa. De la ficción viene la comprensión de lo que somos, en ella está el archivo de lo que pudiéramos llamar «la historia del corazón», y no hay mito, sea el que sea, que no proceda de ella.

-En otra ocasión, Souto expone: «No érase ninguna vez».

-Creo que se trata de un guiño burlón sobre las afirmaciones de quienes afirman que en el cuento literario ya está hecho y dicho todo y que ahora vivimos el postcuento, que al parecer no necesita ni siquiera narrar algo... Hace un par de años publiqué una versión en español contemporáneo de Calila y Dimna y resulta que esos cuentos, procedentes de un pasado anterior a Cristo entre seis y dos siglos, son asombrosos por la modernidad de sus planteamientos. Pero narran cosas, claro, si no hay narración, no hay cuento. Pero la perspectiva del «vale todo» es muy cómoda cuando no se tienen ideas...

-Junto a Souto suele aparecer otro personaje: Celina Vallejo.

-Primero fue alumna suya en la facultad, luego doctoranda y doctora bajo su tutela, y por fin su compañera hasta el fin de sus días, por lo visto. Celina siempre ha ayudado mucho al profesor Souto, tanto en lo material como en lo sentimental y psicológico.

-¿El profesor Souto es doble de usted?

-Yo pienso que en todos nosotros hay dos, por esa «simetría bilateral» que nos constituye físicamente. Pero es que, tanto en lo material como en lo espiritual, estamos hechos de muchas piezas históricas, culturales, étnicas, afectivas... Por eso me sorprenden los que son «de una pieza», como ciertos nacionalistas. Y seguramente Souto tiene muchas cosas en las que me veo más o menos reflejado. En cualquier caso, cuando tenemos una duda grave sobre algún asunto, podemos constatar la presencia de ese doble que todos llevamos con nosotros...

-¿Cuál será la próxima aventura o invención que llevará a cabo el profesor Souto?

-A lo largo del año, él y Celina han visitado La Mancha en un par de ocasiones, recorriendo los espacios supuestamente quijotescos, porque Celina va a preparar una ponencia sobre el asunto en un congreso. Hablan de El Quijote, contraponen sus ideas... Vamos a ver si sale algo de ello.

-Minicuento, cuento, cuento largo, novela breve: ¿no existe demasiada diferenciación? ¿No debería llamarse todo eso de una forma única: narrativa breve?

-Desde el punto de vista clasificatorio, es cómodo saber de qué trata cada pieza, qué extensión tiene... Pero sin duda que tan «narrativa breve» es una novela corta como un minicuento. Yo, de acuerdo con Allan Poe, pienso que es narrativa breve todo lo que puede leerse de un tirón: no más de hora y media, como una película.

-Las siguientes son palabras suyas: «... el aprendizaje más profundo del escritor de ficciones está en la lectura de buenas ficciones: ahí se aprenden también las reglas del estilo. No se puede ser escritor sin ser lector...». ¿Qué opina de los talleres literarios?

-Yo he dirigido alguno, y creo que en ellos es tan importante escribir como leer. Pero ojo: a buenos escritores, a escritores digamos canónicos, y además de diferentes estilos y planteamientos estéticos y dramáticos. A veces me sorprende que, en ciertos talleres, los alumnos lean solamente lo que ha escrito su profesorado... Creo que esas endogamias no dan buenos resultados.

-¿Qué le aporta su labor en la Real Academia Española?

-Descubrir con sorpresa y fascinación lo movedizo, lo cambiante, de las palabras a lo largo del tiempo.

-El lenguaje es un organismo vivo, en constante evolución. ¿Las palabras de uso nuevo compensan la pérdida de las que dejan de utilizarse?

-Una palabra nueva debe referirse a algo que antes no existía. A veces adoptamos palabras importadas, sobre todo anglicismos, sin considerar que tal vez tenemos varios sinónimos en nuestra lengua que servirían perfectamente, y que cada uno de esos vocablos adoptados destruye a todos los naturales.

-¿Tiene pensado escribir sus memorias?

-Nunca me he planteado escribir mis memorias, sobre todo porque se me siguen ocurriendo ficciones, y me interesa más el espacio de la ficción que el de la realidad, que me gusta decir que no necesita ser verosímil...