Con la delicadeza del que tiende su espíritu en los labios de un jardín, toco sin prisa El pulso de las nubes bebiendo versos con el corazón. La voz de Lostalé abre en mi alma una serena y añil fosforescencia que, de algún modo, me ayuda a caminar. En su poesía hay un caudal de asombros, un horizonte de árboles y campanas que suenan cristalinas en mi conciencia. «Fanal de imágenes / que en la oscuridad liberan», dice Javier Lostalé abriendo en el silencio un suave túnel de vainilla y sol.

«Esta calma de jardín vacío / suspenso en un tiempo iluminado» son, de repente, versos que me hablan del resplandor del silencio en llamas que suena en mí cuando las palabras se doblan como pájaros de luz. La suave comunión con el amado, la dádiva secreta de «lo azul» amaneciendo sobre «la humildad» es lo que siento mientras leo las nubes, hundiéndose en mi pecho derruido la claridad feliz de Lostalé.