El autor que acude a los clásicos grecolatinos con sed literaria sabe que la fuente es abundante, siempre que no se limite, y ahí estriba el riesgo, a ser un eco más de esa voz remota y se arroje a la heroica empresa de establecer un diálogo; de aportar una mirada nueva. Juan Vicente Piqueras (Valencia, 1960) nos ofrece en Narciso y ecos el resultado de este intercambio, una historia que, nos cuenta, ha sido agónica, al prolongarse durante años y países, pasando, como si de Ulises se tratase, por una larga serie de vicisitudes antes de adquirir la forma y contenido con el que llega a nuestras manos. Narciso fue un mito que ya nació con vocación moralizante: trataba de advertir a los jóvenes helenos sobre el exceso de egolatría. Desde entonces, esa dramática fascinación por su propia imagen reflejada en el río, que le llevará a la muerte, ha sido profusamente revisitada por poetas, de los que Piqueras recoge algunas complicidades literarias. Y es que, en la versión del valenciano, hay un ambicioso propósito: conducir hasta el río a los nuevos narcisos; a una sociedad enferma de un individualismo cada vez más acusado; al hedonismo que nos incapacita para amar; a la soledad como mal endémico de nuestro tiempo; al poeta, ser egocéntrico y pagado de sí mismo por antonomasia, como exponente de todo ello. Hasta llegar al propio lector, al que interpela.

Piqueras arranca el libro con un «Preámbulo de la sed», largo poema en prosa, en el que afirma parafraseando el Génesis: «En el principio fue la sed. El verbo vino luego y no supo saciarla». Y añade: «Fecundada por su infelicidad, dio origen a este oficio de fantasmas, a la estirpe de Tántalo». Narciso y el poeta descienden, pues, del mismo árbol genealógico, el del condenado por los dioses a tener cerca alimento y bebida y, sin embargo, ver cómo esta se aleja cuando aprietan el hambre y la sed. Entre la larga lista de autores sedientos nombra a Pizarnik (cuya cita abre el libro), Machado, Pessoa o Vráchnos.

El libro se desarrolla a lo largo de dos partes que poseen los nombres de los protagonistas: Narciso y Ecos, la ninfa que sufrió los desaires del bello joven y que, anteriormente, había sido condenada a repetir las últimas palabras de su interlocutor, algo parecido a lo que también le sucede al poeta. Para conducir la sed que empapa este poemario, Piqueras combina prosa poética, versos blancos, sonetos o aforismos y mantiene correspondencia, unas veces utilizando registros más dramáticos, otras, con buenas dosis de humor («Sísifo era un solterón, dice Kafka/ Narciso, ni te cuento») con un nutrido número de autores que van a apuntalar este sugerente y complejo laberinto de espejos del que el lector entrará a formar parte, cayendo enamorado, una vez más, de la belleza que nos huye.

‘Narciso y ecos’. Autor: Juan Vicente Piqueras. Edita: Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2017.