Ando leyendo y releyendo el último poemario de Karmelo C. Iribarren (Haciendo planes , Renacimiento, Sevilla, 2016). Y lo hago con la ilusión y el desenfado. Escribe Iribarren en el poema La soledad : "Ven, / túmbate aquí, / a mi lado / --le dije / a mi perro / de trapo."

Responde el poeta, en una entrevista, a una pregunta así: "Contar mi vida, o la de alguien muy parecido a mí, de manera que el lector pueda creer que le estoy contando la suya. Y si hay suerte, emocionar un poco. Y entretener. Siempre ha sido así. Aunque yo no sea el mismo." Pero el poeta sigue siendo el mismo, mantiene un tono personal que no cambia, un pulso a la vida que es definición, presagio. La sorpresa en la poesía de Iribarren está en su simetría, en la profundización de las cosas que un hombre hace cada día. Y todo "por experiencia". Nos lo dice él mismo. Por la experiencia de esa vida que se convierte en poesía.

Bajo una lectura del mundo a veces irónica, a veces defensiva, los poemas de este libro no son más que una continuación de toda su obra. Una obra repleta de poemas (por encima de esos propios libros), poemas donde nos vemos identificados. Dice Iribarren, "Mientras haya preguntas sin respuesta habrá poesía." Y lo dice con acierto, con veracidad. Basta leer un puñado de poemas de este libro.

Autor con lectores fieles (la fidelidad a la obra solo se consigue con fundamento y nunca por la amistad y los intereses), autor que describe la verdad, la vida de las personas, autor de bares, de calles, de lluvia, de verdad, al fin y al cabo. ¿Para qué necesitamos cánones engañosos y falsos?

Muy recomendable la lectura de este libro, digo mal, la lectura de toda la poesía de Iribarren.