Por curiosidad entramos en la ermita que había frente al hotel, una pareja

parecía observar con atención aquellas santas imágenes, el sacerdote nos aclaró que la virgen que captaba

nuestra atención era la de La Salud, se dirigió hacia la sacristía no sin antes hacer el signo de la genuflexión, pasó por mi cabeza el significado de esa palabra, se me

ocurrió algo así como arrodillarse al pasar delante del altar. Comenté a mi compañera, en voz baja, que estábamos en un sitio maravilloso para pensar, para meditar, para reflexionar.

Vimos que el cura, como por arte de magia, estaba

delante de nosotras con su buen propósito de plantarnos la santa misa, nos miramos, sonreímos y dimos por hecho que, de una manera inesperada, nos quedaríamos a escucharla. Así fue. Al finalizar hicimos nuestra reverente genuflexión y volvimos al hotel. Sin lugar a dudas fue tema de conversación en nuestra animada cena.