Como profesor de filología española y de periodismo de las universidades de Sevilla y de Málaga, siempre he dicho a mis alumnos que la especialización informativa es fundamental. Pienso que lo primero, no por obvio menos importante, es saber redactar con corrección, aspecto que se va deteriorando cada vez más. El redactar bien no es un corsé; se trata de la natural manera de escribir que reclamaba Juan de Valdés, allá por el Renacimiento y que no impide mostrar, bien al contrario, la personalidad del autor del texto.

Un suplemento cultural es un lugar de encuentro de lo informativo con lo creativo. El periodista, el escritor, el investigador tienen una casa común donde informar y reflexionar sobre los diferentes productos culturales como los venimos llamando de manera, a mi juicio, desafortunada. Creo que en esta mezcla, incluso de estilos, está la virtud de los suplementos. Hace muchos años, diré ahora aquello de que yo era un muy joven profesor universitario, empecé mis colaboraciones en un proyecto cultural que es honra de la cultura de Córdoba, de Andalucía y, sin chovinismo de ninguna clase, de España.

Con los suplementos, salvo los de los grandes periódicos nacionales, sucede como con las revistas poéticas, suelen ser flor de un día o poco más. Ese parece que es su destino. Desaparecen o se sumergen en las páginas culturales y, a veces, que es lo peor, de las de sociedad, con lo que pierden su sentido de criatura independiente dentro del periódico. Permanecer tantos años y los que quedan es un mérito que convierte a Cuadernos del Sur en rara avis dentro del panorama general. Una de las mayores satisfacciones que me ha dado el suplemento es comprobar dos cosas: ser referencia en artículos de investigación y que sea materia para una tesis doctoral. El primer aspecto es determinante. Los monográficos dedicados a tantos autores a lo largo de los años son fuente primaria para la investigación. En Estados Unidos he tenido en mis manos trabajos donde aparecen citados artículos de Cuadernos del Sur y esta presencia muestra y demuestra la excelencia de esos números, pero no sólo con los monográficos: las dobles páginas dedicadas a temas específicos tienen una calidad sostenida.

El suplemento es un elemento de información y ofrece mucha. La selección previa es determinante. Otro rasgo fundamental es la actualidad, estar a pie de producción y de aniversario, de exposición y de premio, de jóvenes valores y de autores consagrados. Aparentemente se trata de hacer homogéneo lo que no lo es; en absoluto, existe un hilo conductor, básicamente literario, pero el suplemento está abierto a todas las propuestas de calidad que exijan atención crítica.

Quiero destacar un rasgo clave de un suplemento «de provincias» que Cuadernos del Sur posee en grado eminente: la libertad. Dirá algún lector: ¡Qué palabra más rara aplicada a un suplemento cultural! En absoluto. Por ser «de provincias» no está sometido a las presiones de los grandes grupos editoriales que son, a veces, propietarios o accionistas de los periódicos y que se retroalimentan en un proceso en el que el suplemento es en realidad una forma indirecta de publicidad. Puede parecer dura esta afirmación pero un análisis cuantitativo lo confirma. En tantos años y creo que puedo hablar con conocimiento de causa jamás he recibido sugerencia o presión alguna ni sobre qué escribir ni sobre los contenidos de mis artículos y estoy seguro de que esta libertad es igual para todos los colaboradores.

No es baladí lo anterior porque la libertad permite rescatar autores, arriesgarse con los que no están en la tendencia dominante, abordar temas no canónicos; en suma, permite una mayor espontaneidad, un horizonte más amplio para la exploración de los textos y por todo esto el «de provincias» es una gran ventaja para el crítico.

Participar desde el principio en esta realidad me produce grandes satisfacciones, como aquella vez que hice una crítica del Oráculo manual y arte de la prudencia, de Gracián, y después me enteré de que se habían disparado las ventas de este libro fundamental para moverse en el mar agitado de la vida social del barroco y que sigue conservando toda su vigencia. No seré tan pretencioso de que mi crítica fuera la causa, pero sí que fue una feliz casualidad.

Otra satisfacción es cuando te escribe un autor o una editorial y te da las gracias por una crítica. Ni conoces a la editorial ni conoces al escritor. Yo pertenezco por formación a la escuela que considera al mensaje como una forma de articulación autónoma de los signos lingüísticos y, por lo tanto, los datos biográficos y las circunstancias personales tienen para mí una importancia relativa. Es muy estimulante recibir esos mensajes. No hay que olvidar que la crítica es creación, no paráfrasis, no es sustituta de nada ni esconde frustraciones del que la ejerce. Es un género periodístico de muy larga tradición que ha producido frutos literarios de primer orden como los artículos de Clarín o de Borges. La crítica toma como referente el texto; lo que sucede es que no abundan los buenos críticos como no abundan los buenos escritores o pintores.

En Cuadernos del Sur hay críticos magníficos, unos veteranos y otros que han empezado a colaborar recientemente. Con conocimiento de causa, reitero, considero que el nivel es muy alto. Un aspecto que no se puede olvidar es el de las ilustraciones o fotos que forman una unidad de comunicación en la unión de imagen y texto. En este sentido también el suplemento alcanza cotas muy altas de calidad.

Toda obra humana es perfectible, no digamos las que supuestamente realizan los dioses. Todo es mejorable pero hay que asumir la realidad y sentirse satisfecho de nuestro trabajo.

Dejo para el final los compañeros, los amigos, estos locos por la literatura que nos esforzamos por difundirla de la mejor manera posible.