Rafael Mir Jordano es un relator de su tiempo, un ser humano que identifica escritura con pasión por la vida, pasión que excede incluso lo dogmático, lo ortodoxo y lo clásico. Esta identidad queda reflejada en los 314 cuentos que conforman una compilación necesaria. Corresponden a los cinco libros publicados por el autor (Cayumbo, Estamos solos, Cuentos de una cuarta, Cuentavidas y Cuarenta adulterios), a los que se suman uno pocos cuentos de la primera juventud y 166, en su mayoría breves o microrrelatos, que no se encuentran en los libros mencionados (aunque algunos hayan estado colgados transitoriamente en la página web del autor o incluidos en antologías o publicaciones de la asociación Mucho Cuento, manteniendo aún ese carácter indómito de lo inédito) y aparecen datados por ese sentimiento de dejar constancia de lo que se hizo en un determinado momento de la existencia cuando ni siquiera el escritor era consciente del tiempo transcurrido y el que habría de venir.

Desde muy joven, Rafael Mir siente la propensión o necesidad de narrar. El escritor, como todo artista, suele expresar su emoción íntima desde la edad más temprana. No es fácil disociar vida y palabra cuando la palabra se erige como una imposición mostrándote todo su caudal reivindicativo y proteico. Con 16 años, Rafael publica su primer artículo en el número 2 de la revista Rumbos. Se trata de una breve narración navideña, propia de los primeros ejercicios juveniles que ya dejaba entrever su potencial sesgo creativo. Con Cayumbo, una colección de 19 cuentos dedicados a la memoria de su padre, se inicia en la compleja actividad literaria. Rafael Mir obtiene el beneplácito de la crítica y su nombre comienza a sonar en el ámbito cerrado de la creación. Autores como Rafael Laffón o Buero Vallejo se interesan por la obra, que ya había motivado un buen número de entrevistas, de quien se considera ante todo cuentista. Curiosamente, el sexto cuento de Cayumbo da nombre a su segundo libro Estamos solos, que alcanza la cuarta votación del Premio Leopoldo Alas de Barcelona, finalmente conseguido por Mario Vargas Llosa, en 1958. Este mismo año, Carlos de Arce incluye su cuento «Opositores», uno de los 15 que integran el libro, en la antología Cuentistas contemporáneos, junto a Ignacio Aldecoa, Camilo José Cela, Miguel, Delibes, Ana María Matute y Lauro Olmo, entre otros. Mir publicaba otro de los textos del libro, titulado «Amigos» en la obra antológica 27 narradores cordobeses, donde compartimos por vez primera espacio literario; circunstancia que volvió a repetirse en 2010, con la publicación de la obra Don de vida (Relatos sobre trasplantes), donde Mir, con el título «La mano», nos legaba un relato estremecedor y tierno. A la necesidad de escribir se impuso la obligación de vivir y en esta noble tarea invierte todo su esfuerzo. De ser conocido y reconocido, su obra literaria quedará sumida en un latente y palpitante silencio. Será en 2002 cuando Rafael Mir regrese a la vida literaria con el durmiente volumen de cuentos Estamos solos, publicado por Ánfora Nova. El libro consta de 15 cuentos, publicados literalmente como fueron escritos, «con sus cuarenta años de antigüedad, con su escritura evidentemente juvenil». Esta publicación será el arranque de una reiterada y rápida secuencia de nuevos libros que, en 2017, lo colocan como finalista del Premio Andalucía de la Crítica en la modalidad de novela por su obra Señora con perro. Porque Mir Jordano se acomoda e innova al ritmo de su tiempo. En Cuentavidas se atreve a presentar abiertamente la batalla en tres frentes de considerable complejidad: microrrelatos, relatos breves y relatos extensos, tres modalidades que requieren conocimiento y dominio de las diferentes técnicas, un logro poco común y nada baladí al que no todos los escritores tienen el valor ni la capacidad de enfrentarse. Sin complejos y pleno de sabrosa ironía, Mir se atreve a todo y con todo en estos 51 relatos. El libro penúltimo de Mir Jordano lleva por título Cuarenta adulterios. Contemplando como tema central el adulterio, el narrador no duda en incluir cuentos de libros anteriores. Mir reconoce el influjo de Kafka y el de otros muchos a los que ha seguido pero, sin duda, algo mágico debe haber en esto de la creación porque, a veces, nos sorprenden similitudes con autores no conocidos.

Los 314 cuentos conforman una compilación necesaria. Corresponden a sus cinco libros y a otros de su juventud o publicados en la web o en antologías

INFLUENCIAS DESCONOCIDAS

Rafael Millán, editor de la obra de Mir Jordano y conocedor de la literatura de Estados Unidos, señalaba el sorprendente acercamiento entre la narrativa del autor cordobés con el estadounidense William Saroyan, del que Mir no había leído una sola línea. A la provocación no beligerante y la ironía permanente se unen imaginación y concisión como características esenciales que definen el estilo del escritor cordobés. La imaginación incontenida lleva a la desmesura pero la concisión refrena y obliga a manejar con agudeza la economía de medios. La admiración de Mir por Azorín configura el modo de relatar del cuentista que se impone brevedad, incluso cuando escribe novelas. La idea siempre es el centro de la acción. La palabra sirve para transmitir con eficacia el sentido de lo que pretende comunicarse. No hay retórica excesiva ni adornos superfluos. El lenguaje se muestra siempre como un elemento identificador pero no necesariamente disuasorio de una u otra actividad, literaria o histórica, porque cada escritor, el historiador o el novelista, orquesta a su modo la construcción del relato y, en este sentido, escoge aquello más acorde a su sensibilidad o que mejor responde a lo que pretende transmitir. En la sinergia de tradición y vanguardia se mueve Mir Jordano sin disrupción alguna, hijo de este convulsivo tiempo que nos ha tocado vivir y aceptando con pasmosa naturalidad las múltiples miradas que nos ofrece. El ritmo narrativo viene marcado por la sicología de los personajes y la situación socioambiental en que estos se desenvuelven, desde el lenguaje más cuidado a la jerga más ramplona. Tampoco el tiempo es óbice. Mir construye en sus relatos una mitología contemporánea donde los dioses y los héroes han perdido la capacidad de transformar el cerrado universo de sus vidas para convertirse en meros espectadores, pasajeros del tiempo que caminan, sin sorpresa ni magia, hacia un desenlace adivinado.

Realidad y sueño se entremezclan en muchos de los relatos de Rafael Mir, sobre todo en los microrrelatos, marcados por un acento surrealista que responde a la idiosincrasia del creador y conforman su poliédrica personalidad. Muchos son soñados antes que escritos, aunque el sueño provenga atraído como un proceso natural de su escritura. Desde los albores de la humanidad, la literatura es una de las formas primarias utilizadas por el hombre para representar el mundo. No solo constituye la forma auténtica de consolidar una lengua y convertirla en materia artística, sino que se manifiesta como la gran propagadora de ideas. Esta unión de elementos estéticos y éticos, capaz de reflejar la conciencia del individuo y su entorno, se convierte en un imprescindible objeto social, materia de la historia, que nos obliga a establecer sus relaciones no como un mero coadyuvante para reflejar el marco histórico sino como un proceso integrador del conocimiento. A través de los relatos de Rafael Mir conocemos el statu quo de una época convulsionada por el cambio inaprensible, pero sobre todo nos enfrentamos a los agonistas, los sufridos personajes que navegan entre la tierra firme y el piélago de sombras, entre lo que acaece sin poder aprehenderlo y lo que aprehendemos sin poder conservarlo.

‘Cuentos completos’. Autor: Rafael Mir Jordano. Edita: Diputación de Córdoba. Córdoba, 2018.