Agustín Gómez deja en todos los que tuvimos la suerte de compartir su amistad un hondo vacío. Pionero en todo lo relacionado con el cante flamenco, su trayectoria profesional ha quedado vinculada a algunas de las instituciones más relevantes de Córdoba: En 1995 fue nombrado responsable de la Cátedra de Flamencología de la Universidad. En 2002, la Asociación de Arte, Arqueología e Historia le concedió el Premio Juan Bernier en su modalidad de Arte. En 2003, fue nombrado académico correspondiente por Montilla en nuestra Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes. Y en 2004, el Ateneo de Córdoba, del que ya era socio fundador y Fiambrera de Plata, le otorga su Medalla de Oro por los constantes y eficientes servicios prestados a la institución. Aunque no esté físicamente entre nosotros, su memoria es ya imperecedera; y permanece en todos los cenáculos donde el cante quiebra gargantas y la guitarra se enhebra en la trama del corazón.