El 10 de marzo de 1951 se movió Baena. Las informaciones iniciales aseguraban que el fuerte movimiento sísmico dañó más del 40% de los edificios. Más de 1.250 viviendas se vieron afectadas. Seis mujeres resultaron heridas, dos de ellas graves. Las consecuencias se agravaron al repetir el 19 y el 21 de mayo.

Hubiera sido un día normal, uno más de la difícil posguerra en Baena, pero un fuerte terremoto lo convirtió en una jornada que no olvidarían jamás los baenenses que lo padecieron. A las once horas y cuarenta minutos del 10 de marzo de 1951 tembló Baena. Josefa Santiago Alarcón, de 38 años, se encontraba en ese momento limpiando un balcón de la calle Mesones cuando sintió que alguien la empujaba y se precipitaba a la calle. Sufrió graves heridas y contusiones en todo el cuerpo. Otras cinco mujeres resultaron heridas, siendo también de gravedad las lesiones de Trinidad Cruz Ortiz, de 63 años, que se fracturó el esternón.

La Plaza del Generalísimo (ahora Plaza de la Constitución) se llenó rápidamente de centenares de personas que, por miedo a que repitiera el seísmo, se mantuvieron unas seis horas al aire libre, rezando y entre sollozos. Las crónicas de la época recogieron que más de la mitad de la población se marchó al campo por miedo al temblor y a que las viviendas, muy afectadas por los daños, se vinieran abajo y resultaran más heridos.

El día, que amaneció lluvioso, se recordaría durante años en la localidad. Pasear por las calles Amador de los Ríos, Mesones, Enrique de las Morenas, Horno y Víctor Manuel, las más afectadas, era complicado. Los cascotes de las viviendas cubrieron la vía pública y edificios como el casino o el Banco Central sufrieron graves desperfectos. Entre los inmuebles públicos más dañados se encontraban el hospital de Jesús Nazareno y el Asilo de Ancianos Desamparados. Tejados y paredes se vinieron abajo, aunque la fortuna evitó un mayor número de heridos.

Un par de semanas después se celebró una sesión extraordinaria del Ayuntamiento. El alcalde, José Trinidad Santaella Ariza, se reunió con los concejales el 28 de marzo para analizar la grave situación originada por el “violento terremoto sufrido por la ciudad y su término”. El libro de actas recoge las palabras del primer edil y el análisis de las “desastrosas consecuencias, por la intensidad y extensión de los daños causados en las edificaciones y redes de abastecimientos de aguas potables y alcantarillado”. Inicialmente, los daños fueron valorados por el arquitecto municipal, Mateo Gayá, en 10.083.955 pesetas, de los que 2.316.200 pesetas eran desperfectos en edificios oficiales y benéficos, 2.532.775 en propiedades humildes y 5.234.980 en otros edificios. Sin embargo, la cuantía se incrementó con los nuevos seísmos que afectaron a la localidad los días 19 y 21 de mayo de ese mismo año. Entre los edificios públicos, según se abordó en la sesión extraordinaria del Consistorio, se vieron afectados el Ayuntamiento, el hospital Jesús Nazareno y el Asilo de Ancianos Desamparados.

NOTICIA EN LOS PERIÓDICOS

El diario Córdoba y la Hoja Oficial del Lunes relataron en amplias crónicas del periodista Miorgo y del corresponsal José Barcos lo que sucedió en esos días. “Más de 500 casas de Baena resultaron afectadas por el terremoto”, titulaba Córdoba en la portada del 11 de marzo. “Los edificios del Casino y de la Central Telefónica tendrán que reconstruirse totalmente. Medio pueblo se marchó al campo y el otro medio se congregó en la P. del Generalísimo durante seis horas. Se registraron seis heridos, de ellos dos mujeres graves”, remarcaba el diario.

La crónica de Miorgo relataba los momentos dramáticos que se vivieron en la localidad. Miorgo entrevistó a representantes del Ayuntamiento, entre los que estaba el alcalde o el presidente del Casino, pero también el cura alemán Otto o el conserje del casino. “En la Plaza del Generalísimo se encuentran los edificios del Ayuntamiento, Casino de Baena, Telefónica, Cuartel de la Guardia Civil y Central Nacional Sindicalista. Donde se aprecian mayores desperfectos es en el Casino y en la Central de Teléfonos”, escribía el redactor de Córdoba. Los vecinos se mostraban sorprendidos por las consecuencias del seísmo y sus efectos. “Esta Central ha tenido que ser trasladada. Hace unos treinta años que se construyó la casa y parecía encontrarse muy bien. Ahora no se puede ni subir por las escaleras. En su interior es como una granada abierta”, explicaba Manuel Santano Quintero. La frescura de la crónica de sucesos se constata en la narración de Miorgo: “Recorremos estos lugares del pueblo bajo una lluvia insistente. En una de esas calles nos encontramos con el alcalde de Baena, don José T. Santaella Ariza, el primer teniente alcalde, don José Trujillo de los Ríos, y el secretario del Ayuntamiento, don Luis Salas Carreras, quienes inspeccionan los daños causados. Preguntamos al alcalde:

-¿Sabe el número de edificios con desperfectos?

-Más de quinientos”.

Esta valoración inicial quedó muy reducida a medida que pasaban los días y se descubrió la verdadera importancia del temblor. El conserje del Casino, que se encontraba vistiéndose cuando se produjo el suceso, describía así lo ocurrido: “Mire usted desde esta ventana. Se puede apreciar casi todo Baena. Desde aquí vi yo “bailar” los tejados del pueblo…”. El presidente del Casino, Ramón Bujalance Santaella, que también es teniente alcalde, aseguraba entonces que se tendría que construir un nuevo casino. “¿Calcula las pérdidas?”, le preguntó el periodista. “Unas cien mil pesetas”, contestó.

Durante su recorrido por las calles, Miorgo describe los múltiples desperfectos que va observando. En el asilo, donde resultaron dañadas la mayoría de sus naves, el interlocutor fue el Padre Otto, un alemán venido de la Alemania nazi y que llevaba en España nueve años. “Y al venir aquí al asilo de San Francisco recibí una tremenda impresión. Los ancianitos, llorando, mientras las madres trataban de consolarles. No puede imaginarse”, contaba el sacerdote. Sor Pura Martínez se encontraba pelando patatas cuando “cayó sobre nosotras toda una techumbre”. Cuarenta y siete ancianos había entonces en el centro benéfico. El día de antes había fallecido un hombre. Su cuerpo se encontraba en la capilla ardiente cuando se registró el terremoto: “Sobre su cuerpo muerto cayeron montones de ladrillos y de vigas rotas”, describe Miorgo, que finaliza su crónica de nuevo en el casino: “Después de esta visita al asilo regresamos al casino. Nueva visión de los destrozos; el contraste de la situación lo ofrecen un par de jóvenes que juegan tranquilamente al billar rodeados de escombros…”. De regreso a Córdoba, el periodista y el fotógrafo sufrieron un accidente que dejó el vehículo con grandes desperfectos, aunque no resultaron heridos.

Unos días después sería La Hoja del Lunes la que ampliaría lo sucedido en Baena. En su edición del 19 de marzo incluye el relato del corresponsal, José Barcos. Bajo el título de “El cuarenta por ciento de los edificios de Baena fueron dañados por el terremoto”, explica que el Ayuntamiento ha tenido que aumentar a mil trescientas las raciones de comida para la población más necesitada. Barcos hace un nuevo recuento de daños: “Los edificios urbanos del casco de la población afectados por el movimiento sísmico representan el cuarenta por ciento. Mil doscientas cincuenta casas, de propiedad particular, han sufrido desperfectos de consideración y en algunos casos de ruina inminente. Estos han sido valorados en diez millones de pesetas aproximadamente. Por lo que atañe a edificios destinados a servicios públicos o de carácter benéfico, los daños se calculan en dos millones y medio de pesetas. En la Casa Ayuntamiento han sido albergados ciento treinta personas que se han visto precisados a evacuar sus viviendas por haber quedado en estado ruinoso y ofrecer inminente peligro”. Como cuenta el corresponsal, las medidas de socorro para solucionar los problemas más urgentes pronto comenzaron a tomarse. El gobernador de la época, José María Revuelta Prieto, ofreció el envío de varios vagones de cemento para comenzar la reparación de daños y el procurador en Cortes, “señor Ariza Rosales, está gestionando del Gobierno el envío de auxilios”.

Como consecuencia del terremoto se promovió la construcción urgente de cien viviendas por el Instituto Nacional de la Vivienda, las conocidas como casas baratas. La sesión municipal del 19 de diciembre de 1951 describe que estos edificios albergarán “a los damnificados por dicha catástrofe que quedaron sin hogar y eran de condición humilde”. La parcela cedida por el Ayuntamiento se situaba entre la calle de los Silos y la carretera de Cañete de las Torres y ocuparía unos 23.088 metros cuadrados. Sin embargo, durante un tiempo los damnificados se alojaron en la Casa de la Tercia ante la ausencia de edificios en los que pudieran residir mientras se buscaban soluciones. El histórico edificio se utilizó como vivienda en su planta baja, donde estuvo durante décadas la biblioteca municipal, pero también se utilizó la primera planta.