La tradición manda cuando ésta convoca a sus seguidores. No entiende de condiciones climatológicas adversas para que numerosos grupos de personas se suban a un autobús, recorran más o menos kilómetros para llegar a Puente Genil y allí, pese a una incesante lluvia, asistan a un encuentro nacional de encajeras de bolillo. Ya van catorce, certificándose un año más que esta mítica manualidad goza de una salud magnífica, dado que alrededor de ochocientos aficionados y aficionadas se dieron cita en el patio del colegio Compañía de María para compartir sus trabajos, intercambiar impresiones sobre las técnicas que emplean, adquirir artículos que solo aquellas mercerías especializadas pueden ofrecer al cliente, y cómo no, para vivir reencuentros entre conocidos gracias al encaje de bolillo.

Se respiraba olor a tierra mojada. Algo normal. Aunque para dejar sin respiración a los curiosos que pasaban por el recinto bastaba con mirar hacia cualquiera de los cuatro puntos cardinales. Era fácil observar a un conjunto de artistas entretejer hilos que inicialmente están enrollados en bobinas. Ese es el bolillo, que conforme progresa el trabajo, el tejido se sujeta mediante alfileres clavados en una almohadilla llamada «mundillo».

Todo un mundo como el del encaje de bolillo que reunió ayer en uno de los encuentros más grandes de Andalucía a personas procedentes de más de sesenta municipios de toda España. La Asociación de Mujeres María Górriz, que organizó el evento en colaboración con el Ayuntamiento, agregó dos novedades a la celebración de esta reunión, como la visita al yacimiento arqueológico de Fuente Álamo y a los cuatro museos de la ciudad.

Lino, seda, lana, y hasta algodón. Elementos indispensables para hacer encaje de bolillo, aunque no son los únicos. En lo personal también cuenta la paciencia, la pasión, el gusto por el arte, y la búsqueda de la relajación y la satisfacción de generar algo propio con lo que sentir alegría por el trabajo bien hecho.