Miles de romeros acompañaron ayer a las patronas de Villanueva de Córdoba, la Virgen de Luna, y de Cabra, Nuestra Señora de la Sierra en el regreso a sus ermitas. En la localidad de los Pedroches, los vecinos recorrieron el camino desde la parroquia de San Miguel a su santuario de la Jara, después de haber estado en la localidad desde el 5 de junio. Con mucho calor, nada habitual para estas fechas, la patrona, portada a hombros, llegó a la última cruz del camino a la una del mediodía, con el repique del tambor tocado por Bartolomé Camacho. Veinte minutos después, ya en la ermita, comenzaba la procesión con la banda de música y en la que Pedro José Gutiérrez tuvo el honor de volver a revolotear la bandera. La Virgen de Luna, adornada con nardos y rosas, lucía un manto nuevo de color morado y con bordados dorados, donado por una familia devota de Salamanca.

Después tuvo lugar la misa concelebrada, con los asistentes protegiéndose del sol y con los cánticos del coro romero. La colecta se destinó a las obras que realiza la Cofradía-Hermandad en su casa de Villanueva de Córdoba. A su término se produjo el emotivo momento del relevo de los hermanos mayores de este año, que prepararon un singular carro para el camino. Ahora la Virgen permanecerá en su ermita, como dice la tradición, «cuidando de la bellota», hasta que el 4 de febrero sea trasladada a Pozoblanco.

Por su parte, en Cabra, la imagen de María Santísima de la Sierra regresó a la «Casita Blanca», pasadas las 11.15 horas entre centenares de fieles y devotos, en algunos casos esperándola desde bien temprano en los alrededores del santuario enclavado en el mismo centro geográfico de Andalucía a 1.223 metros de altitud y en otros parajes, acompañándola en su caminar tras la clásica misa de despedida que los congregó a las 6.00 horas en la iglesia de la Asunción y Ángeles.

Una subida a la sierra egabrense por un camino pedregoso y empinado donde un año más volvieron a vivirse momentos y estampas emotivas. Todo ello tras cantársele la Salve de despedida en la barriada que lleva su nombre y donde a las puertas de la parroquia, el alcalde, Fernando Priego, le retiró la vara de mando que la acredita como alcaldesa perpetua de la ciudad.