Priego de Córdoba es una de las pocas ciudades que ha mantenido la celebración tradicional de tan memorable fiesta litúrgica el jueves posterior al domingo de la Santísima Trinidad. En la provincia de Córdoba, la única. Con tan fausto motivo y desde mediados del siglo XVI la población se viste de fiesta y se apresta a conmemorar el misterio de la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento en la Eucaristía.

El barrio de la Villa, por donde transcurre gran parte de la procesión, con sus autoridades y representaciones cofradieras, sus seises y niños vestidos de primera comunión, se acicala con sus mejores prendas, sus paredes se exornan con cientos de macetas de geranios y los vecinos sacan al exterior colgaduras y tapices de seda con las que adornan balcones y ventanas, al tiempo que el suelo se siembra de juncia, romero y tomillo y las angostas calles lucen artísticos retablos efímeros.

Todo hace honor a lo que escribiera el clásico Mosquera de Barnuevo en 1612 en su famosa obra 'La Numantina': "Priego, en el Andalucía, era señaladísimo lugar en esta sagrada devoción", merced al venerable vicario Marcos López, dinamizador con expresivos "coloquios" de la memorable fiesta.

Reconstruir la biografía de este clérigo presbítero, discípulo del P. Avila, como él le llamaba, sería del máximo interés, pues rescatar para la procesión los textos romanceados del Pange Lingua y del Sacris Solemniis --tradujo del latín para que los niños de Priego, vestidos de angelitos, los fueran cantando-- sería redimir el pasado.

También a mediados del siglo XVI se funda la cofradía del Santísimo Sacramento, que agruparía a los fieles en torno a tan sacra y piadosa festividad. Por decisión del cabildo municipal que la apoyaría económicamente son numerosas las referencias a ella y a su organización y empaque. Las actas capitulares señalan que los atabales y tambores fueran delante, que todos los oficios llevaran su pendón ocupando el lugar que les correspondía por su antigüedad, que los oficiales más veteranos del cabildo portaran las varas del palio y que los demás sacaran unas varas gordas para gobernarla.

REPRESENTACIONES // De no menor relieve eran las danzas, autos sacramentales y representaciones teatrales que se encargaban a famosas compañías, entre los que se señalan el de los Tres Enemigos del Alma, el del Sacrificio de Abrahán, la comedia de la Fundación de la Alhambra y las danzas de los Portugueses, los Gitanos y los Indios. Como instrumentos musicales se acompañan de un violín, una pandereta sonajada, un tiple, un par de castañetas y tres guitarras, sin faltar la flauta y el tamboril. En los trajes de los danzantes no faltan tampoco las plumas de los sombreros y los colores de plata rosada y tafetán verde. A ello se suma un personaje que interpreta el rey David. Por si fuera poco el entretenimiento y regocijo popular, se encargan artificios de fuego: un dragón con garras y alas y dentro de él 50 docenas de cohetes de traca, truenos y bombas, voladores de lágrimas y un águila del grueso de un pavo gigante, que habría de volar desde la torre de la iglesia mayor de Santa María hasta pegarle fuego al dragón.

El templete de plata, obra de Martín de Beas, y la custodia de Juan Polaíno de Cuéllar pondrían el contrapunto barroco, grave y alegre de la procesión, a la que entonces como ahora concurre la gente extasiada por el divino espectáculo en el que se dan cita tanto los sentimientos como la fe.