Casi dos meses después de que las Cooperativas Agroalimentarias de Andalucía alertaran de la paulatina pérdida de la superficie de viñedo en la región, un nuevo estudio vincula ahora esta tendencia al cambio climático.

El último informe de potencial de producción vitícola hecho público por el Ministerio de Agricultura y Pesca pone de manifiesto una caída en picado del cultivo de la vid en España, que se traduce en una reducción del 42 por ciento de las cepas que existían en España en el año 1980. Con todo, el descenso es mucho más drástico en el caso de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles, donde la reducción de superficie cultivada de vid alcanza el 75 por ciento en las últimas cuatro décadas.

Los últimos datos facilitados por la Consejería de Agricultura constatan que la DOP Montilla-Moriles cuenta en la actualidad con 5.052 hectáreas de viñedo repartidas entre los 17 municipios que forman parte del Consejo Regulador, una cifra muy alejada de las cerca de 23.000 hectáreas que se computaban a primeros de la pasada década de los ochenta o de las 17.000 que se contabilizaban en el marco vitivinícola cordobés al inicio de los noventa.

Ahora, un estudio publicado por el portal Misumiller.es vincula directamente la evolución del mapa del viñedo en España en los últimos cuarenta años -donde se ha experimentado una «clara tendencia a desplazarse hacia el norte»-, con factores climatológicos, ya que, a juicio de sus autores, «el clima juega el papel más determinante y difícil de controlar en la elaboración de un vino».

«Las estaciones de primavera y verano en España cada vez son más secas y calurosas y, en consecuencia, el viñedo, que está tan íntimamente vinculado al ritmo de las estaciones y la evolución de las temperaturas, está actuando a su vez como uno de los mejores bioindicadores del cambio climático en la agricultura», sostiene Matías Vela, director técnico de Misumiller.es, que explica la influencia del cambio climático en el cultivo de la vid, recordando que el pasado año la vendimia se inició en el Condado de Huelva varios días antes que en Montilla-Moriles que, tradicionalmente, «siempre ha sido un indicador por ser la primera Denominación de Origen en empezar».

En ese sentido, Vela subraya que mientras en el año 2000 la recolección de la uva en Huelva comenzaba en torno al 3 de agosto, en menos de dos décadas se ha llegado a adelantar veinte días. «Esto significaría que, en las condiciones actuales, para mantener los ritmos de producción de algunas denominaciones de Origen, sería preciso adelantar la cosecha y empezar a vendimiar con las uvas prácticamente verdes», resalta el especialista.

De igual modo, Vela alerta de las «nefastas» consecuencias que conllevaría esta práctica, ya que «afectaría de manera directa a las características del vino que, además de resultar falto de olor, tendría un sabor muy áspero, pues si las semillas están demasiado verdes en el momento de la recolección, se libera un tanino amargo y astringente que arruina la calidad del vino».

Matías Vela repara finalmente en que un cambio de un solo grado centígrado en el clima tendría efectos «irremediables» en los vinos, especialmente en su graduación alcohólica y en su sabor.