La posibilidad de que la aún por determinar madre biológica de Rosaura Fernández, Inés Arjona, firmase el documento de defunción de su hija tras alumbrala en el hospital de San Juan de Dios de Priego se desvanece.

A falta de la documentación del centro hospitalario que ratifique que Rosaura vino al mundo en octubre de 1976 perdiendo la vida poco después, lo que sí ha quedado claro es que en el cementerio municipal no se recoge ningún enterramiento que coincida con las características de este caso.

En concreto, desde mediados del mes de septiembre de 1976 hasta mediados de noviembre del mismo año, en el libro de registro del cementerio del Santo Cristo aparecen consignados alrededor de una veintena de enterramientos, con difuntos cuyas edades están comprendidas entre los 55 y los 92 años.

Por lo tanto, la hipótesis de que la niña que Inés alumbró en esas fechas falleciera y se hubiera enterrado en Priego ha de ser descartada, pese a que la madre haga mención a que el documento que firmó fue el de la defunción de su hija.

En este sentido y según han indicado a este diario varias empresas de la localidad dedicadas a las pompas fúnebres, los servicios de estas características suelen ser recordados, no teniéndose constancia de que se produjera ninguno en las fechas en las que Rosaura vino al mundo.

Inés, por su parte, ha destacado a CORDOBA que "no se me pasó por la imaginación que me hubieran engañado". Afirma que tras dar a luz en la maternidad "me dijeron que se llevaban a la niña para arreglarla" y que al cabo de un rato "aparecieron dos médicos; uno era alto y recio, y el otro era más bajo", de los que desconoce sus nombres. Continúa relatando que "muy serios me dijeron: 'Tiene usted que firmar esto porque a la niña le ha dado una meningitis y ha muerto'. Firmé, me dieron el alta y no he vuelto a saber nada hasta ahora".

A pesar de esta escena, Inés Arjona señala que "sabía que estaba viva" y que "no me dijeron nada del entierro". Añade que "si esto llega a pasar hoy, hubiera dicho que quería haber visto a mi niña" y subraya que Rosaura "era muy difícil de localizar porque no sabía sus apellidos". Inés reside desde hace años en la localidad jiennense de Alcalá la Real, mientras que Rosaura Fernández se ha criado en Sevilla y allí sigue viviendo.

El encuentro entre ellas, que esperan conocer su parentesco con una prueba de ADN de la que están pendientes, se produjo la semana pasada en Priego y fue propiciada por una amiga de ambas familias.