Cada contenedor de hormigón de los que hay en El Cabril pesa 24.000 kilos. De ellos, los residuos que contiene solo ocupan un tercio de su volumen, lo demás es hormigón fabricado, compactado y sellado en la propia instalación con una tecnología específica. Los contenedores y su ubicación en las celdas, las características de éstas y sus sistemas de control son los principales puntos de atención de los grupos que visitan El Cabril, que suma ya más de 100.000 personas desde el año 1992.

Ayer fueron los profesionales de los llamados pequeños productores de residuos los asistentes, como colofón a las jornadas que se han celebrado en Córdoba. Dado su alto nivel de conocimiento de la materia, la expedición requería explicaciones y demostraciones que fueran un poco más allá de lo habitual. Por eso, no faltó la visita a la incineradora, un espacio muy protegido en el que se convierten en residuos sólidos algunos líquidos que llegan de la industria o animales que se han usado para investigación científica. "La chimenea tiene tres filtros, uno que retiene el 95% de los residuos que pudieran subir, las segunda sujeta el resto y la última como medida suplementaria de seguridad", explicaba Armando del Campo al grupo.

No menos interesante resultó para los visitantes el laboratorio, donde chequean los contenedores recibidos de las centrales, con un sistema robótico de sección, extracción de la muestra y análisis; o el interior de la red de control de infiltraciones, donde se vigila que "el principal enemigo de la instalación, el agua" no haga acto de presencia en ninguna de las naves. Un entramado de túneles, "construidos con el sistema búnker que soporta hasta 7 grados Richter en un posible terremoto", recorre las entrañas del cerro que acoge las plataformas de almacenamiento. Los pasadizos son sometidos a revisiones constantes para asegurar la impermeabilidad de la instalación.

Ayer se oyeron explicaciones sobre ensayos de nuevos sistemas de cubiertas, fuentes huérfanas o niveles de tritio entre otros, pero lo que más llamó la atención fue el dosímetro y los distintos procedimientos de control radiológico para el personal. Por alguno de ellos tuvieron que pasar todos los asistentes, con la intención de demostrar el nulo nivel de radiación con el que se sale del recinto.